-Tenemos que aumentar las ventas -dije en cuanto traspasó la puerta de mi oficina.
En cuestión de segundos mi mirada paseo fulminante desde sus ojos hasta llegar a esos pantalones que ... <<Le quedan... ¡mierda!, porque se empeñaba en venir los viernes con jeans tan ajustados, ¡con lo que detesto esa informalidad! Pero claro, ella tiene que hacer lo que quiere ¿no puede cumplir una simple orden?>>.
-¿Y yo tengo cara de cartel luminoso? -respondió con cara de asombro, escondiendo media sonrisa y arqueando una ceja.
-No -dije y murmuré casi entre dientes- pero con esos jeans atraerías a unos cuantos...
-¿Qué? -parecía haber duda y molestia en su tono, <<¡mierda! me habrá escuchado>>.
-Que necesitamos atraer más clientes, aumentar las ventas, hacer algo para seguir creciendo a nivel nacional -mencione con cara de pocos amigos tratando de esquivar la bala, con frialdad, con distanciamiento de ella y de mis pensamientos.
-Eso ya lo entendi, soy mujer no tonta -<<¿Y quién dijo que era tonta?>> atine a querer decir, pero su ironía estaba tomando vuelo y hoy quería la fiesta en paz- No entiendo que tengo que ver yo en esa ecuación, yo soy administrativa no vendedora. Si quisiera serlo no estaría acá ganando dos pesos y trabajando ocho horas, estaría ganando mucho dinero con algún negocio de redes, desde mi casa, tranquila.
-Sos administradora de ventas -enfatice en esta última palabra observando cómo su cuerpo comenzaba a posicionarse para el combate, definitivamente hoy no iba a ser un día tranquilo, <<pero me encanta poder fastidiarla>>- lo cual quiere decir que estás implicada en esa área.
-Y también soy fanática de la limpieza, pero no por eso me encargo de hacerlo en la empresa.
-¿Y eso qué tiene que ver? -pregunte con la impaciencia empezando a asomar al tiempo que entrelazaron con fuerza mis dedos.
-¡Eso mismo! -su voz se suavizó y habló con lentitud, dejando unos segundos entre palabras- Que-una-cosa- no-tiene-que-ver-con-la-otra -hasta que tomó fuerza- No soy tu maldita secretaria, tampoco tu chivo expiatorio ante tus frustraciones, y mucho menos tu sirvienta ¿o acaso el señor también quiere que lo abanique?
-Creo que te estaría faltando un buen polvo -las palabras salieron sin reparo, sin pensarlas, olvidándome por completo que esa era una conversación de trabajo. << ¡Mierda! >>.
-Y por casa ¿cómo andamos? -paso del sarcasmo a un tono más contenido- Porque una cosa es ser un jefe exigente, detallista y con la ambición de expandirse, y otra muy diferente ser un arrogante, mandón y controlador que cree que sabe todas las respuestas y maneras de hacer las cosas. ¡Claro! Porque el señor perfecto nunca se equivoca.
-Si, claro que me equivoco -grite parándome de mi cómoda silla, caminando hacia ella, sintiendo que la bronca crecía por dentro sin freno-. Lo hice al contratarte, debí considerar que una persona con tantos saltos en su trabajo era una rebelde irresponsable que no puede mantener la boca cerrada, que no sabe acatar órdenes y eso sin tener en cuenta lo desorganizada y dispersa.
-¿Irresponsable? ¿Desorganizada? ja ja ja -rió nerviosa y burlonamente-. Esta irresponsable y desorganizada empleada ya tiene armada y planificada una estrategia completa de redes sociales para darnos a conocer de manera orgánica, sin casi presupuesto y con un amplio margen territorial.
Hizo una mueca de costado, como si hubiera ganado una competencia, sosteniendo la mirada desafiante sobre la mía, dejándome atónito. <<Va un paso más adelante, y lo peor de todo es que tiene razón, esta vez me había equivocado. Pero no se lo pienso reconocer>>.
-¡¿Y eso significa que sos responsable y organizada?! -retruque de manera severa, quizás más rudo y áspero de lo que pretendía, pero es que estoy que lanzó fuego por la boca- O que tenes tanto tiempo al pedo que no se te ocurre qué otra cosa hacer además de andar seduciendo a los vendedores por los pasillos -dispare filosamente, dejándome caer de nuevo tras mi escritorio; percibiendo su honda, contenida y profunda respiración mientras sus labios se apretaban con fuerza contra sus dientes; sintiendo por un instante una puntada sin sentido en mitad del pecho, una que deseche al instante que... <<¿me beso?>>.
Intenté ignorar la cálida sensación que se apoderó de mí cuerpo cuando después de mis afortunadas palabras se detuvo en medio de la discusión, rodeó el escritorio, se acercó hasta mi cara dándome un suave y húmedo beso en la mejilla y sin más sonrió girando hacia la puerta de salida.
Me dejó totalmente callado, inmovíl, con esta impronta que me enloquece a la vez que me calma. Haciéndome que me olvide, en primer momento, por qué demonios es que me termine enojando esta vez, cuál es el verdadero motivo por el que comenzamos a discutir <<o debatir, como diría ella>>.
No logró comprender el descaro enmascarado con el que siempre tiene una contestación disponible. Esa manera suya de decir las cosas que me saca de mis casillas. Esa forma de responder con un tono un poco más que suave que entremezcla sarcasmo, firmeza y astucia, como si a pesar de estar enojada la situación le causara gracia, controlando sus emociones mientras yo saco a relucir con cualquier chispa mi ya conocido mal genio, mi poca paciencia, mi fuerte y duro tono de voz en situaciones que no tolero.
Encendí la notebook intentando concentrarme en los correos pendientes, en estrategias para ampliar nuestros horizontes de ventas que puedan sumar a los de ella, llenando mi mente de aquello que sí puedo controlar, de lo que realmente vale la pena: la productividad de la empresa. Como si en estas acciones pudiera encontrar la solución para alejar los pensamientos reiterados sobre esta mujer que me vuelve loco, sobre esa misma que el primer mes y medio prácticamente no se atrevía a entrar a mi oficina y mucho menos sostenerme la mirada. La misma que un día decidió mostrar su lado más oscuro. La misma que me saca de quicio porque no tiene ningún tipo de reparo en decirme las cosas en la cara, directa y sincera pero como si hubiera calculado el momento perfecto. No le importa que sea su jefe, hasta me atrevo a decir que no tiene miedo de que la despida, y a veces ni respeto me tiene aunque sea el dueño.
A pesar de todo, no puedo evitar buscar excusas para tenerla cerca, para oler su perfume adulzado, para disfrutar el hecho de ver cómo su cuerpo se tensiona cuando me tiene demasiado cerca o mi mano roza la suya. <<¡Qué carajos Miuller! Ni siquiera es de mi tipo, su manera tan poco femenina y desarreglada, no usa ni maquillaje para venir a la oficina.>>, pensé observándola desde una rendija de mi ventana que da directo a su escritorio, que me deja verla a lo lejos, sin que se percate, entre las cortinas black out.
Froté nervioso mis manos por la cara y el cabello -que a esta altura debe estar completamente desprolijo- queriendo dejar mi mente en blanco, o por lo menos lejos de ella. << Mirala, no puede cumplir ni una de las órdenes que le doy sin rebatir o quejarse. No deja de sonreír, ¿quién está todo el tiempo de buen humor?>>. Bueno, quizás por eso me encanta hacerla sonrojar y enfurecerse, es mi cuota de diversión en la empresa desde que se atrevío a plantearme las cosas en la cara sin echarse atrás.
<<¡No es mi tipo! En lo más mínimo, es tan flacucha, bajita, sin delantera. Hasta tiene el descaro de tomarse su tiempo y hacerme esperar>>, negué con la cabeza queriendo olvidar la furia que me estalló por dentro la primera vez que se animó a decirme delante de mis empleados que la esperara diez minutos mientras terminaba un informe, todavía no tengo idea de cómo fue que no la despedí, quizás porque es la cuñada de Javi o porque no soy un tirano -aunque así seguro me tendrían más respecto- o mismo porque en algún punto su mirada desafiante y sus preguntas constantes me retan en el día a día a ir por más. <<No lo sé>>.
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¿Y si NOS VOLVEMOS a ENCONTRAR?
RomanceA veces el amor no es suficiente para tanta intensidad. A veces la conexión es tan profunda, que no sabes qué hacer con ella. A veces dejar ir ese amor que no nos hace bien, es el camino, porque ya esta doliendo. Porque a veces las heridas ahogan, a...