4- Pau: Qué haríamos los viernes

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Extraño a Anto, es la primera vez en varios meses que se va tantos días. La tensión me está matando, me duele todo desde la cabeza hasta la punta de los pies. No voy a negar que me encanta tener tiempo para mí, para salir a correr, mirar una serie apta para mayores de dieciséis años y no tener que andar pensando en horarios. También me pone de frente con el hecho de no tener amigos con quién salir ni a tomar una cerveza. ¿Podría aprovechar y tener una noche de acción? Si, claro, pero no puedo sacarme de la cabeza a Fede, <<¡maldita sea!>> ahí está otra vez.

Venimos hablando por la app hace más de una semana, me pidió varias veces mi número y, por algún motivo que no termino de descifrar, en cada uno de esos intentos una justificación espontánea salió para evitarlo. Cada vez que me escribe o recibo uno de sus memes no puedo evitar sonreír como una colegiala.

Celes insiste en que tengo miedo. De qué, me pregunto yo, qué más quiero que sacarme las ganas con ese papi. Ganas que le tengo desde que lo conocí, ganas de sentir esos labios y esas manos sobre mi piel. Según ella tengo cuiqui de sentir algo más, de darme cuenta de que esa atracción no tiene nada que ver con lo que yo interprete como un reflejo de lo que quería y no tenía. Sin embargo, yo estoy completamente segura de que está loca, de que ella ve historias de amor dónde no las hay y que lo único que me detiene es el hecho de que sea el mejor amigo de mi cuñado, más allá de que a esta edad eso no debería ser un impedimento.

--¡Cuñada! --escuche en el audio de Javi-- Ya tengo el camión.

--Genial cuñado --respondí cayendo a la realidad de lo importante--. Ya está todo listo, en un rato estoy ahí.

Mudarme y conseguir un nuevo trabajo que se amolde a mis horarios es donde tengo que enfocarme. Sé que no tengo ni idea de qué hacer respecto a mi profesión, hace tiempo que trabajo sin sentido, sin propósito, sin pasión, pero tengo que generar ingresos. <<¿Cómo? ¿Dónde?¿Qué más puedo hacer? No tengo idea, pero algo debo hacer>>.

Noto como un nerviosismo extremo comienza a recorrer mi cuerpo  mientras me alisto para salir. Una inquietud de la mano de miles de preguntas que se alborotan desde mi mente. <<¿Y si aparece?¿si me lo cruzo? ¿si me reconoce?¿si no soy lo que esperaba?¿y si no me reconoce?¿qué hago?>>. ¡Por dios! parezco una niña de doce años, ya ni siquiera una adolecente, <<¡Basta! a esta hora ya no debe estar en la empresa>>.

Llegar y ver las cortinas de Foods bajas, cero movimiento, los camiones aparcados en el estacionamiento y una calma que muestra que el día ha llegado a su fin es un gran alivio que mis músculos agradecen cuando poco a poco la tensión comienza a dispersarse, <<cero posibilidades de cruzarlo>>.

Mientras Javi carga las cosas más grandes en el camión mi hermana revisa valijas en busca de ropa perdida en su mudanza, y yo claramente gozo de correr, reír y jugar junto a Santi y Sol. Todavía no llegan a los dos años y son pura energía, están comenzando a balbucear más que hablar y si bien son muy diferentes -la enana es super tímida y el galán un terremoto- ambos son los compañeros perfectos a todas mis ocurrencias, a cualquier juego que implique bailar o meterse en líos, algo que extraño bastante teniendo en cuenta que Anto ya se acerca más a una mini adolecente que a esa pequeña que amaba escucharme contarle cuentos.

Comenzamos a bailar con Bartolito mientras imitamos a todos los animales, en realidad ellos hacen sus sonidos al ritmo de mis imitaciones hasta que Soñi grita a lo lejos que baje la música porque no estamos en un concierto, y tiene un buen punto ya que estamos en teoría en una empresa, así que cambiamos de juego. Empecé a correr a los peques imitando a un tiburón que se los va a comer, viéndolos tratar de esconderse sin dejar de reír y gritar. Atrapé a Sol y la llené de besos por toda la cara, entonces Santi se aferró a mis piernas en un intento de liberar a su hermana. Por supuesto que terminé en el piso, con los peques subiéndose encima mío, tratando de hacerme cosquillas con esas manitas tan diminutas que tanto amo.

¿Y si NOS VOLVEMOS a ENCONTRAR?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora