El aire cálido entrando por mis pulmones tras una profunda respiración, el suave pasto verde sobre mi espalda mientras escucho el correr del agua del lago, la mirada suspendida en el limpio cielo celeste, sin nubes sin estrellas, me trae de vuelta sus penetrantes y transparentes ojos. <<¡Lo detesto!>>.
Hasta el día en que lo cruce en la casa de Sonia había imaginado que encontrarlo sería una versión más intensa de lo que día a día me pasaba cuando charlaba con él.
Intriga, curiosidad, risas, adrenalina, cosquilleo y... un más qué ansiaba conocer, "ese algo" que siento que me atrapaba entre las redes de su magnetismo y entusiasmo; ese algo que no tiene explicación y siento que me obsesiona a la vez que me atrae a él. En su lugar todas las expectativas que tenía fueron arrasadas junto a mis ilusiones bajándome de un hondazo a la realidad.
Verlo me agarró desprevenida, y no sólo porque cuando mi hermana me invitó a comer no tenía la menor idea de que él iba a estar ahí, sino también por el cóctel de emociones y pensamientos que me perturbaron toda la noche. Si señores, leyeron bien, porque de esa manera me sentí cuando entré en mi casa. <<Perturbada. Agobiada>>.
Fue como estar desconectada conmigo, un yo totalmente desconocido. Cada palabra o movimiento lo sentía forzado, pesado. Mi cabeza no paraba de emitir juicios mezclados con la tensión que golpeaba mis hombros; y esto sin considerar que mi pequeña traviesa saltaba de querer tirarle algo por la cabeza para bajarle su ego de las nubes a querer comerlo a besos viéndolo intentar dormir a Santi con una paciencia que jamás creí que tuviera. Pasé de una sensación de enojo a euforia que no comprendía ni comprendo.
Aún así acepté su oferta. ¿Qué se me pasó por la cabeza? No lo sé.
Cuando de la nada saltó que tenía una propuesta para hacerme casi me infarto. Quedé muda, lo tenía cerca, demasiado cerca. De hecho estaba tildada entre sus brillantes ojos celestes, esos destellos diferentes que se desprenden de su iris y que no pude saber bien de qué color son; sus gruesas pestañas rubio cenizas que contrastan con la intensa línea negra que enmarcan ese celeste cielo; su mandíbula cuadrada, pero no muy marcada, cubierta por una sombra de barba que envuelve una amplia sonrisa, haciéndolo ver tan... <<¡Dios, lo detesto!>>. En ese instante me descolocó, tanto que lo único que comenzó a salir de mi boca fueron excusas tontas para intentar huir, pero no pude, claro que no, <<este hombre es más persistente que un niño pidiendo caramelos>>.
No tuve más opción que decirle que si.
Después de todo quizás fuera lo mejor: trabajar, conocer gente y estar alejada de él, o por lo menos eso creí aquel viernes. Porque después de tres semanas trabajando en Food 's siento que lo de aquella noche no tiene punto de comparación, si ese día caí en la realidad ahora estoy en mismisimo infierno.
—¡Amiga! —exclamó con alegría Celes cuando atendí la videollamada— ¿Qué te pasó?
—¡Eh! Nada.
—Te conozco como si te hubiera parido —río— desembucha.
—Sólo estoy relajada, disfrutando de la hermosa vista que tengo del río con las sierras de fondo —alce el teléfono para mostrarle el paisaje y de paso evitar que me siguiera analizando.
—Definitivamente necesito vacaciones.
—O mudarte acá conmigo.
—De verdad ese clima está afectando tu cerebro amiga —lanzó una carcajada—. Yo jamás podría vivir allá, estoy hecha para la ciudad.
—¡Te necesito!
—¡Acá estoy! —levantó una mano y sonrió.
—Pero no es igual.
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¿Y si NOS VOLVEMOS a ENCONTRAR?
RomanceA veces el amor no es suficiente para tanta intensidad. A veces la conexión es tan profunda, que no sabes qué hacer con ella. A veces dejar ir ese amor que no nos hace bien, es el camino, porque ya esta doliendo. Porque a veces las heridas ahogan, a...