Capitulo 2: Valle De Sombras

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El frío en el aire era molesto, aún más que la niebla que se tragaba lentamente el valle.

Los altos árboles actuaban como una barrera defensiva contra los observadores en las colinas y montañas.

Poco o nada se podía ver en el cielo, no había interés en este. Nunca llegaban buenas noticias del mismo en este lugar, aún menos para los habitantes de la aldea.

Aldea Huesos Rotos.

Raro nombre para un asentamiento en este rincón olvidado de un gran imperio, la aldea apenas tenía unos 500 habitantes y jamás superó esos números en sus 50 años de existencia.

Esos números dentro de poco se reducirían con el sonido de los cuernos, las espadas se podían ver en la niebla.

Destellos metálicos que alertaron al vigía en los arbustos, procediendo a dejar su puesto y correr en dirección a el asentamiento.

- ¡Caballeros Sagra....!

En su camino, una lanza atravesó su torso y lo derribó. Aún que su mensaje llegó a los demás, el precio a pagar fue su vida.

Las campanas se hicieron escuchar a medida que los gritos dentro de la aldea comenzaron.

- ¡Llegaron!

- ¡Tomen sus armas!

- ¡Huyan!

Los hombres se prepararon para luchar, las mujeres tomaban a los niños para esconderse o huir.

Los viejos solo se quedaron sentados, aceptando su destino o se sumaron a la batalla.

Más de 100 figuras en capas negras salieron de la aldea, armados con mazas, martillos, cuchillos y algunas espadas.

Aceptaban su destino pero no sin luchar, los más fuertes cargaron a la cabeza, los vigías con el valor o estupidez necesario se sumaron.

Sus figuras fueron tragadas por la niebla, los arboles solo empeoraron la visión de los hombres.

Lo único que demostró que alguna ves fueron reales y no ilusiones fue el sonido.

El chirrido del metal chocando y la carne siendo rebanada, gritos y lamentos surgieron en la niebla.

- ¡Aaaaaaaaahhh!

Los jóvenes, adultos y algunos viejos luchaban, destellos verdosos, púrpuras y rojos se podían ver entre los árboles.

Figuras humanoides luchando entre sí, por mera supervivencia o por ordenes de sus amos.

Cazadores y presas, eso eran todos ellos. Por sus familias iban a morir y los otros por ellas iban a matarlos.

En una de las casas más alejadas de la aldea, un hombre entró de golpe a su hogar.

La puerta se abrió ante el choque de su cuerpo con la misma.

Su hija, una joven de 16 años lo recibió con un grito asustada.

- ¡Papá!

Su cabello castaño desalineado, su sudor bajando por el rostro pálido, el miedo en sus ojos celestes y sus manos temblorosas dejaban claro el destino de sus amigos.

- ¡Tienes que irte! ¡Mama te espera del otro lado del río! ¡Estaba recolectando hierbas! ¡Deben irse lo más lejos posible!

Grito el hombre tomando una bolsa de cuero en la que ingresó todas las monedas de oro dentro de la vasija que rompió.

Sus ropas negras al igual que túnica y guantes estaban manchadas de rojo, se podían ver cortes en su brazo derecho.

Eran profundos y dejaban ver sus músculos pero el dolor no lo sentía gracias a la sed de batalla.

Overlord: El Rey De Los Brujos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora