Mientras salían, pensé en la Gran Profecía. Ahora todos los versos cobraban sentido. «El alma del héroe, una hoja maldita habrá de segar.» El héroe era Luke; la hoja maldita, el cuchillo que él mismo le había dado a Annabeth mucho tiempo atrás: maldita porque Luke había quebrantado su promesa y traicionado a sus amigos. «Una sola decisión con sus días acabará.» Mi decisión había consistido en darle a él el cuchillo y creer -como Annabeth había hecho- que todavía era capaz de corregirse y arreglar las cosas. «El Olimpo preservará o asolará.» Al sacrificarse a sí mismo, él había salvado al Olimpo. Rachel tenía razón. Al final, no era yo el héroe. Era Luke.
Y entendí otra cosa también: al sumergirse en el río Estigio, Luke había tenido que concentrarse en algo importante que lo mantuviera unido a su vida mortal. De lo contrario, se habría disuelto. Yo había pensado en Annabeth, y tenía la sensación de que él también. Luke se había imaginado la escena que Hestia me había mostrado: la imagen de sí mismo en los buenos tiempos, con Thalia y Annabeth, cuando él había prometido que formarían una familia. Herir a Annabeth en el combate le había producido una conmoción y le había traído el recuerdo de su promesa. Era eso lo que había permitido que su conciencia mortal tomara el control y se impusiera a Cronos. Su punto débil -su talón de Aquiles- nos había salvado a todos.
Annabeth seguía a mi lado y de repente vi que se le doblaban las rodillas. Me apresuré a sujetarla, pero ella dio un grito de dolor y comprendí que la había agarrado por el brazo roto.
-¡Oh, dioses! -exclamé-. Perdona.
-No pasa nada -musitó, y se desmayó en mis brazos.
-¡Necesita ayuda! -grité.
-Déjame a mí -dijo Apolo, acercándose. Su ardiente armadura brillaba tanto que hacía daño a la vista, y sus RayBan a juego y su encantadora sonrisa le daban el aire de un modelo de ropa de combate-. El dios de la medicina a tu servicio.
Le pasó a Annabeth la mano por la cara y pronunció un conjuro. Las magulladuras de su cuerpo desaparecieron en el acto. Los cortes y cicatrices se borraron. Ella extendió el brazo y emitió un suspiro en sueños.
Apolo sonrió, satisfecho.
-En unos minutos se habrá recuperado del todo. Me da tiempo para componer un poema sobre nuestra victoria: «Apolo y sus amigos salvan el Olimpo.» ¿A que suena bien?
-Gracias, Apolo -dije-. Hum, la poesía la dejo en tus manos.
[...]
Hera resopló con desdén.
-Por ahora, supongo, no os destruiré a esa chica y a ti -dijo.
-Annabeth ha salvado el Olimpo -le dije-. Ella ha convencido a Luke para que detuviera a Cronos.
-Hum.
La diosa dio media vuelta, enojada, pero supuse que no corríamos peligro, al menos por un tiempo.
[...]
Mientras Zeus hablaba -un largo discurso sobre la bravura de los dioses, etcétera-, Annabeth entró y se situó a mi lado. Tenía muy buen aspecto teniendo en cuenta que se había desmayado hacía poco.
-¿Me he perdido mucho? -susurró.
-Nadie piensa matarnos por ahora -dije en voz baja.
-Por primera vez en todo el día.
Poco me faltó para troncharme de risa, pero Grover me dio un codazo. Hera nos observaba con mirada aviesa.
[...]
Entonces alzó la voz Atenea:
-Annabeth Chase, mi propia hija.
Annabeth me apretó el brazo; luego se adelantó y fue a arrodillarse a los pies de su madre.
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Percabeth a través de los libros
RandomRecopilación de los fragmentos de los libros de la saga de Percy Jackson [Rick Riordan] donde se desarrolla la historia de Annabeth Chase y Percy Jackson.