El héroe perdido

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Jason

En el carro había dos adolescentes: una chica rubia y alta que parecía un poco mayor que Jason y un chico corpulento con la cabeza afeitada y una cara que parecía un montón de ladrillos. Los dos llevaban vaqueros y camisetas de manga corta naranja con unos escudos a la espalda. La chica se bajó de un salto antes de que el carro se hubiera parado. Sacó un cuchillo y se dirigió corriendo al grupo de Jason mientras el chico refrenaba a los caballos.

-¿Dónde está? -inquirió la chica.

Sus ojos grises eran feroces y un poco llamativos.

-¿Dónde está quién? -preguntó Jason.

Ella frunció el entrecejo como si su respuesta fuera inaceptable. A continuación se volvió hacia Leo y Piper.

-¿Y Gleeson? ¿Dónde está vuestro protector, Gleeson Hedge?

¿El entrenador se llamaba Gleeson? Jason se habría echado a reír si aquella mañana no hubiera sido tan rara y espantosa. Gleeson Hedge: entrenador de fútbol americano, hombre cabra, protector de semidioses. Claro. ¿Por qué no?

Leo se aclaró la garganta.

-Se lo llevaron unos... tornados.

-Venti -dijo Jason-. Espíritus de la tormenta.

La chica rubia arqueó una ceja.

-¿Te refieres a los anemoi thuellai? Este es el término griego. ¿Quién eres y qué ha pasado?

Jason se explicó lo mejor que pudo, pero era difícil mirar aquellos intensos ojos grises. Hacia la mitad de la historia, el chico del carro se acercó. Se quedó mirándolos coléricamente con los brazos cruzados. Tenía un arcoíris tatuado en el bíceps, lo cual parecía un poco raro.

Jason acabó de contar la historia, pero la chica rubia no parecía satisfecha.

-¡No, no, no! Ella me dijo que él estaría aquí. Me dijo que si venía, encontraría la respuesta.

-Annabeth -gruñó el chico calvo-. Mira.

Señaló los pies de Jason.

Jason no había pensado mucho en ello, pero todavía le faltaba la zapatilla izquierda, que había salido volando por obra del relámpago. El pie descalzo estaba perfectamente, pero parecía un pedazo de carbón.

-El chico con un zapato -dijo el calvo-. Él es la respuesta.

-No, Butch -insistió la chica-. No puede serlo. Me han engañado -contempló el cielo furiosamente como si este hubiera hecho algo malo-. ¿Qué quieres de mí? -gritó-. ¿Qué has hecho con él?

La plataforma tembló, y los caballos relincharon con insistencia.

-Annabeth -dijo el calvo, Butch-, tenemos que marcharnos. Llevemos a estos tres al campamento y ya lo pensaremos allí. Los espíritus de la tormenta podrían volver.

Ella permaneció furiosa un momento.

-De acuerdo -clavó una mirada rencorosa a Jason-. Resolveremos esto más tarde.

Se dio media vuelta y se marchó hacia el carro.

Piper sacudió la cabeza.

-¿Qué mosca le ha picado? ¿Qué pasa?

-Eso digo yo -convino Leo.

-Tenemos que sacaros de aquí -dijo Butch-. Os lo explicaré por el camino.

-No pienso ir a ninguna parte con ella -Jason señaló a la rubia-. Parece que quiera matarme.

Butch vaciló.

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