XXXIV

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Hombre que toque a mujer indebidamente, muerto está.

—Elliot Cassanova.

  ELLIOT:

   
    Estoy que levito en los aires.

    Le he cortado la pierna al maldito padre de Victoria.

   Los ojos por casi se le salen y el grito que emitió, fue a un más desgarrador que el primero.

    La sangre de su cuerpo brotó como si fuera agua de la llave en un rociador.

   Y eso hizo que mi ansia de torturarlo, creciera más.

    —No, no por favor. Detente —pide e implora el padre de Victoria, pero no le hago caso.

   No soy Dios para tener misericordia de él y él que a espada mata a espada muere. Por ende me haré de cuenta que no habló.

   Levanto el hacha de nuevo y le corto la pierna derecha de raíz.

   Esta vez al la sangre salir como una explosión de su pierna, hizo que me tambaleara hacia atrás.

   Mi cara y mi cuerpo completo están cubiertos de su sangre.

    Poco a poco se está desangrando y podría darle minutos para que muera, pero no lo haré.

   Quiero que los pocos minutos que le quedan los pase en real sufrimiento.

   —¿Te duele? —Le pregunto con una sonrisa, al mismo tiempo que me limpió la cara con mi brazo.

    Él está casi desmayado.

    —No... implorare... para... que... me dejes... vivo... —explica a media lengua del dolor que siente.

    —¿Crees en Dios? —le pregunto ignorando sus palabras.

    El respira fuertemente.

    —No... —es lo único que dice, agarrando su pecho del dolor.

   —Pues deberías creer en él... —y le corto la cabeza sin pensarlo.

   La cabeza rueda hasta debajo de la mesa de billar.

   —Maldición, Elliot. Ahora estoy manchado. —Dice Enzo molesto porque la sangre le salpicó.

    —No seas marica. —le digo golpeando su pecho, para luego abrazarlo y ser correspondido por él.

   Respiro profundo.

   Me he liberado de un peso muy grande.

   El saber que él padre de Victoria estaba vivo sin pagar por lo que había hecho, me estaba matando, más bien torturando.

   Sé que el haberlo matado no cambia nada, pero mejora las cosas porque así me aseguro de que él no le volverá a poner las manos a mi mujer de nuevo.

     —¡Quemen el cuerpo con todo y casa! —Le ordeno a mis hombres—. Y matenlos. Lo que no sirve, se elimina.

   Escucho los reclamos de cada uno de ellos, pero importandome menos, me alejo de la sala y salgo por el pasillo para detenerme en la entrada.

    Me detengo justamente en la puerta de la casa.

    —¿Qué pasa? —pregunta Enzo.

   No puedo contestarle.

   Mi corazón empieza a palpitar rápidamente.

   ¿Qué me pasa?
  
   Siento como se me va el aire.

   La herida que me causó Victoria en el costado, me está empezando a doler, haciendo que me tambalee.

   —Enzo... —lo llamo al mismo tiempo que me siento en las escaleras de la casa del difunto padre de Victoria.

   Enzo se agacha rápidamente y agarra mi rostro para que lo mire.

   —Llamalas... —es lo único que le digo.

   —¿Qué? —pregunta él confundido.

   Dios, que no les esté pasando nada.

   —Concentramonos en tu dolor, ¿qué te duele? —me pregunta acercándose a mí para levantarme la camisa.

   Le doy un manoplaso haciendo que baje su mano.

   —Llama a Crystal. Algo no está bien. —expreso intentando controlar mi respiración por el dolor.

   Enzo me mira asustado, así que saca su teléfono y empieza a marcar el número.

   Lo pone en alta voz para que pueda escuchar.

   Contestan.

   —¿Patrón? —dice un hombre, pero la interferencia evita que podamos escuchar bien.

   —Sí, comunícame con Victoria o Crystal. —le ordena Enzo al hombre en la línea.

   —Si, señor... —responde él hombre.

   Se escucha mucho ruido en la llamada y dado a esto, Enzo empieza a ponerse nervioso.

   —Maldito imbécil, ¿por que no me avisaste que pensabas irte por varios días? —le pregunta Crystal a Enzo. Claramente se oye enojada.

   Enzo baja la cabeza y queriendo reírse, no puede.

   —¿Por qué hay tanta interferencia? —pregunta Enzo mirando hacia los lados.

   Hace mucho frío aquí afuera.

   —Estábamos durmiendo y los hombres tocaron mi puerta para decirme que alguien logró entrar a nuestra isla y que no está solo. —comenta Crystal carraspeando un poco.

   Enzo acerca más el teléfono para que yo pueda escuchar más.

   La herida que tengo en el costado, la que me causó Victoria, me empieza a doler.

   —Estamos en el bunker, no creo que podamos sobrevivir si tu y Elliot no llegan. —expresa Crystal con voz preocupada.

   Enzo me abofetea para que no me desmaye. No le digo absolutamente nada por el golpe.

   El dolor me tiene mareado.

   Maldita sea.

   ¿Por qué me duele? A penas han pasado 2 semanas aunque la herida no ha cicatrizado por dentro y eso puede traerme problemas.

   —Iremos para allá rápido... —dice Elliot a Crystal, pero la llamada se corta.

    No.

    No podemos quedarnos aquí. Debemos irnos.

    —¿Crees que puedes aguantar un poco más? —me pregunta Enzo golpeando mi cara.

   Pero no resisto más y cierro mis ojos escuchando por última vez una voz que se va alejando cada vez y cada vez más.

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IMPERIO CASSANOVA© (2 LIBRO DE LA BILOGIA IMPERIO) [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora