XXII

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Quiero que me poseas en todos los sentidos que existan. Hazme tuya en cuerpo y alma.

—Victoria Park.

VICTORIA:

    Santo cielo.

    ¿Eso entró en mi?

    No lo puedo creer.

   Me he quedado asombrada y no puedo describir cuanto.

   —Se te ha puesto dura —digo señalando su entrepierna con la cabeza mientras lo miro a los ojos.

    Me cuesta contener la risa.

    Me muerdo el labio y me quedo observándolo.

    —Eso es porque que me estoy ocultando de ti. Últimamente estás muy lenta para entender.

    Sonrío por lo que dice. Es cierto. Por casi lo descubren las amigas de él, cuando él dijo que era su mujer.

   Se echa la toalla sobre los hombros mientras me sostiene y me obliga a sentarme en la cama.

    Empiezo a babear.

    Está para chuparse los dedos.

    Sonrío.

   —Lo tienes todo de piedra. —comento un poco chistosa.

   —Excepto esto —dice en plan profundo golpeándose el pecho—. Por dentro soy un blando, pero sólo contigo, cuando no debería y lo sabes. –su rostro cambia por uno triste.

   Intento no darle mente a sus palabras. Sé que tengo que arreglar lo que dañe y realmente no sé ni cómo empezar.

    Sonrío de oreja a oreja.

   —A veces tienes el corazón de piedra —murmuro tumbándome a boca arriba en la cama.

   —No sé qué me estás haciendo. Deberías estar a tres metros de ti, lo que aún no he hecho.

    Lo que dice hace que le preste atención, más de lo que debería.

   Me quito la blusa que tengo por la cabeza y luego sigo con el pantalón y mis bragas quitándomelas lentamente.

    —No te vayas. —me siento en la cama—. Arreglemos esto. —expreso.

    —¿Con sexo? —pregunta desconfiando.

    —Sí, quiero ver cómo resulta eso. —comento nerviosa de que no acepte.

   Pero él acepta. Asiente lentamente.

   Me bajo de la cama de nuevo y esta vez me arrodillo en el suelo.

   Es allí cuando observo cómo su cuerpo se acerca hasta que lo tengo justo en frente de mí. Su polla de acero me roza los labios. Saco la lengua para probar la punta húmeda, pero la aparta.

    —Pídemelo por favor.

    Me sorprende que pida esto.

    —Por favor. —Le acaricio el pecho con el extremo de los dedos, gime, y lleva la polla de vuelta a mi boca.

    La abro y observo su expresión de anticipación. Luego la rodeo con los labios.

    Gime cerrando los ojos, pero no dice absolutamente nada.

    —¿Me detengo? —Le doy un pequeño mordisco y deslizo los dientes por su piel suave—. ¿Quieres que pare?

    Él baja su cabeza y niega dos veces.

IMPERIO CASSANOVA© (2 LIBRO DE LA BILOGIA IMPERIO) [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora