XXVII

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Si ella desaparece, yo no habré existido.

—Elliot Cassanova.

ELLIOT:

   —¡Una maldita ambulancia! —exclamo con la voz desgarrada, mientras agarro a mi hija y la coloco en mis brazos para empezar a correr con ella hacia las afueras de mi casa, mientras Victoria presiona su herida para que no se desangre.

   Ella no puede morir, porque si eso sucede, moriré junto con ella.
  
   Mis guardaespaldas instintivamente abren mi Lamborghini Countach, tanto la puerta del piloto como la del copiloto.

     Victoria se entra en la parte del piloto para manejar y sin esperar mucho le doy la vuelta al auto y me siento el en asiento del copiloto.

   No pasó ni siquiera un segundo en que nos adentramos al auto porque de inmediato Victoria arranca como alma que lleva el diablo.

   No hay momento para esperar o para tener en cuenta las leyes de tránsito.

   Mi hija se está muriendo en mis brazos.

   Sus ojitos.

   Dios.

    Sus bellos ojos se están cerrando.

    —No, cielo. No cierres los ojos. —presiono su herida para mantenerla despierta y que expulse menos sangre—. Mantente viendo a papá. No te vayas, no me dejes.

   Le digo esto mientras las lágrimas salen de mis ojos.

   Siento que me estoy rompiendo mientras veo como ella sufre.

    —¡Arranca, arranca más duro, maldición! ¡Sé nos está yendo! —Le grito desesperado a Victoria.

   Ella gira a la izquierda por un atajo para conducirnos a la carretera.

     Creo que en 2 minutos llegaremos.

    De repente veo un auto que nos rebasa a toda velocidad y observo que es Crystal y Enzo quienes se han adelantado.

   Y en un previo momento, Victoria gira en un círculo y parquea el auto en el mismo frente del hospital.

   Salgo del auto a toda velocidad, dirigiéndome hacia dentro del hospital, pero es allí cuando entonces Enzo viene con enfermeros, los cuales traen una camilla para Isabelle.

   La coloco con cuidado, mientras que ellos me alejan para poder comenzar con el chequeo.

   Ellos empiezan a correr empujando la camilla y mientras ellos lo hacen, Victoria y yo corremos detrás de ellos.

   Y cuando entran a la sala de cirugía y me cierran la puerta en la cara, es ahí cuando caigo en cuenta de que la estoy perdiendo.

   No.

   Por favor Dios, no.

   Me tiro en el suelo y abrazo mis rodillas queriendo esconder mi rostro de cualquier persona a mi alrededor.

   Ella no puede irse.

   "Hoy estas muy lindo, papi". Fueron sus palabras de buenos días para mi.

   No.

   Me niego a que ella sea solo un recuerdo sempiterno en mi vida.

   Me niego a perder a mi bebé.

   —¡No, maldición! ¡No! —lloro abrazando mis rodillas—. ¡Ella no se puede ir! ¡Es que no puede, no le he dado el permiso de hacerlo! —levanto mi cabeza y observo a Enzo agachado a mi lado—. ¿Por qué, Enzo? ¿Por qué mi bebé? ¿Ella no se irá, verdad?

IMPERIO CASSANOVA© (2 LIBRO DE LA BILOGIA IMPERIO) [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora