Capítulo 9

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Neela:

Los días pasan y el simplemente me repela como si tuviese la peste, solo prestándome atención cuando leo su agenda, pero su mirada es basia, su rostro completamente inexpresivo y me recrimino a mí misma por permitir que me afecte.

Siento un calor en mi cuerpo y una deliciosa fragancia que me envuelve, acompañado por un fuerte suspiro, levanto la mirada dejando su rostro muy cerca del mío.

Veo como tensa la mandíbula, sus pupilas se dilatan y sus manos aprieten el espaldar de la silla, como si quisiera romperlo en mil pedazos, o como si quisiera hacerme desaparecer de su vista, así me he sentidos todos estos días.

-Debes acompañarme a la cena con los accionistas de la editorial-su voz es rasposa y grabe, aún más ronca de lo normal, provocando que mi cuerpo reaccione con un extraño estremecimiento, la bipolaridad de este hombre hará que enloquezca.

- ¿Para qué sería necesaria? -pregunto porque en estos últimos días no me ha necesitado para nada.

-Eres mi asistente y tienes que estar presente, vendré a recogerte una hora antes, tengo que reunirme con Antonia. 

Claro ya lo entiendo, soy la excusa para que esa mujer no le entre de lleno, cuando sé que le encanta el juego, sino ella no le insistiera tanto, por algo será. 

-Entendido-el tono sigue siendo fuerte y autoritario, sus cambios de humor me tienen mareada, no soy más que una gabita que perdió el norte.   

-Si, solo necesito pedir que me traigan un vestido-no puedo hacer nada más que ceder. 

-De eso ya me encargué yo-señala con su dedo hacia su despacho, donde hay dos bolsas, supongo que su traje y mi vestido.

-No sé si me quedará, no sabes mis medidas.

- ¿Quién te dijo que no las se? -sin decir nada más sale, este hombre en verdad tiene un problema serio, de eso no me queda duda.

A los pocos minutos entra Antonia con muy mala cara, mira hacia adelante y se queda callada porque la mirada de ese hombre esta puesta en mí. Sus ojos me estudian con tanta intensidad, no sé qué puede estar rondado su mente para que tenga esa expresión.

Tiro la cortina para arreglarme, me maquillo muy sencillo como de costumbre y en mis risos pongo unos pequeños pasadores a juego con el vestido, que es muy bonito. Un verde esmeralda muy intenso, mi color preferido, es precioso, sencillo, unos pequeños pliegues se forman en el escote con unos tirantes muy finos y un corte en mi pierna izquierda. Por más que intento no logro subir el zíper, por lo que me decido a salir para pedirle ayuda a Tatiana, aunque corra el riesgo de daño al intentarlo.

Abro la puerta pero no soy capaz de dar más de cinco pasos cuando siento sus manos en mis caderas deteniéndome, también siento como su cuerpo se une al mío, como llega a mi cuello y sus suaves labios dejan un beso ahí, donde puede notar los latidos desenfrenados de mi corazón, inconscientemente inclino mi cabeza para darle más acceso ,esta necesidad es más fuerte que yo, siento su respiración y como sus labios descienden mordisqueando, como va subiendo la cremallera y su pulgar hace un recorrido por mi columna, provocando una corriente que se esparce por todo mi cuerpo, su mano termina apretando mi nuca para luego separase de golpe y perderse en su despacho. 

Me hace sentir tan mal nuevamente, porque se acerca así para luego huir, para dejarme más confundida, para ignorarme todo el camino hacia el restaurante y seguir de largo ignorándome por completo como si no existiera ¿porque joder, por qué? Tengo que buscar una forma de que me atienda porque me siento tan estúpida y quiero respuestas.
Así comienza el plan cuando veo la patrulla delante del restaurant.

Eros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora