Capítulo 38

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Eros:

Al fin logró dormir, el tranquilizante al fin hizo efecto. Hace dos días le contamos de la muerte de su madre, muchos recuerdos han acudido a su mente desde entonces, recuerdos que no logra sincronizar y le causaron ataques de pánico constante, al punto que la mejor opción es sedarla.

El doctor decidió dejarla en observación una noche más, pero me molesta que continua sin dar respuestas claras. Dice que las respuestas cerebrales son impredecibles, que ni siquiera la medicina más avanzada ha logrado entender todas sus reacciones.

Su lesión esta curada por completo hace meses, responde perfectamente a los estímulos solo hay que esperar que se recupere los recuerdos poco a poco.

Mi miedo es seguir viendo esa mirada perdida, recordó parte de nuestra relación o eso creo porque se aferró a mi como si fuese su salvavidas y desde hace 4 horas estamos tendidos en la cama.

-Eros-me llama atrayéndome más a ella.

-Hola lucecita-acaricio su mejilla que se tiñen de rojo rápidamente, esconde su rostro en mi cuello.

-No me dejes-joder las manos me tiemblan, en verdad cree que podría dejarla algún día.

-Jamás-le asegura tratando de buscar su mirada, pero se niega-Neela por favor mírame.

Suspira profundamente dejando ver ese azul deslumbrante.

-Te amo-no me deja continuar.

-Todo es confuso Eros, no logro ordenarlo, es como un rompecabezas de piezas diminutas-ahora soy yo quien la interrumpe.

- ¿Me amas? -una lágrima solitaria rueda por su mejilla.

-Es lo único que tengo claro-dejo un casto beso sobre sus labios.

-Es lo único que importa lucecita, con el tiempo iremos ordenando tus piezas y todo recuperará el orden-tomo su rostro entre mis manos-no temas estoy contigo.

Mira mis labios, joder no está bien, mis pensamientos no están bien, el que la tenga dura tampoco está bien, pero es que la deseo, joder la amo.

No me deja seguir debatiéndome porque sus labios toman los míos, necesitados urgidos, mientras desabotona mi camisa y yo la ayudo con el pantalón hasta dejarme desnudo.

Sus dedos acarician mis labios, bajando por mi cuello y cuando desciende por mi torso mi piel se eriza. Levanto su bata de hospital dejándola en unas sencillas bragas de algodón blancas. Acaricio las cicatrices de las balas y me sonríe con tristeza.

-Eres hermosa-beso su hombro, dejándola delicadamente sobre el colchón-perfecta.

Voy bajando mis besos, respiro sobre sus senos muy cerca de uno de sus pezones observando como el hermoso capullo se endurece hasta parecer doloroso, lo enredo con mi lengua uniendo mi mirada con la suya, el azul claro no es más que un mar tormentoso.

-Eros-su espalada se arquea cuando presiono con mis dientes y bajo mis manos.

-Que ansiosa-gimotea restregándose contra mi palma- ¿me necesita?

-Si, si-busca mi palma mientras continúo torturando sus deliciosos picos.

-Necesitas mis dedos-la penetro con dos de ellos-o mi polla-sus gemidos llenan la habitación-respóndeme Neela, mis dedos o mi polla.

Eros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora