Capítulo 30

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Neela:

Siento como un cosquilleo comienza en mi estómago y se expande por todo mi pecho provocando que mi corazón se salte un latido.
Sus manos se envuelven en mi cuello, esas manos grandes y preciosas, mi piel se calienta, es como si me quemara y disfrutara del dolor.

-Neela-repite mi nombre sobre mi oído y mi piel se eriza cundo un escalofrío me recorre el cuerpo.

-No-ni siquiera parece una negación, más bien es un ruego para que no se aparte.

-Te extrañé-niego de inmediato-no sabes cuánto te he odiado estos meses-me giro entre sus brazos, mirándolo fijo pidiéndole respuestas- ¡te fuiste! -me recrimina.

-¡Me engañaste!

-No-dice de forma fuerte y contundente, provocando que me ría sin ganas.

-Viste una ventaja y la tomaste, creíste que me perderías e hiciste lo que creíste que era lo correcto para no hacerlo, yo solo quería que cuando pasara los hicieras porque así lo deseabas y no por obligación, no por unas estúpidas palabras escritas en un diario. Quería que comprendieras que nada cambiaría lo que sentía por ti y que nada te haría menos perfecto para mí.

-Sentías-da un paso atrás como si le hubiese dado una cachetada, suspira fuerte, da media vuelta.

-Eros.

No me escucha, simplemente sigue de largo, yo le amo y le amaré siempre. Lo busco, pero no lo encuentro, no sé dónde pudo haber ido tan rápido. Me quedo aproximadamente una hora esperando, esperanzada en que regresará. Angelo me hace compañía, pero se abure yéndose a juguetear en los viñedos. No llega. María mi nana ya comienza a preocuparse por lo subo a mi habitación a esperarlo desde el ventanal.

Ya anocheció y aún no aparece. Me trajeron la cena a la habitación, no me he despegado del ventanal, pero no regresa, desapareció, las lágrimas llevan cayendo demasiado tiempo, me duelen los ojos, me pesan. Decepcionada entro a la ducha haciendo toda la rutina con extrema tranquilidad perdí la esperanza de que regresará.

No puedo seguir aquí, aviento mi cuaderno desde lo alto, bajo un piso quedando en la habitación de Mariana. Ato la cuerda como de costumbre y con cuidado bajo hasta que toco el suelo con mis pies, no quiero que los de dentro sepan que estoy agobiada siempre que lo estoy salgo.

Camino un rato comprobando que las lágrimas no se detendrán, qué el aire fresco no borrará el dolor de meses y menos que no esté ahora, qué es en vano seguir torturándome.

Decido quedarme a dormir como en muchas ocasiones en la bodega, acaricio las hermosas paredes de ladrillos el olor es muy reconfortante, roble, como avellana o talvez tabaco, no lo sé, nunca he sabido identificarlo, pero es muy fresco siempre escribía aquí, cuando tenía ese sueño de ser escritora.

Aún sigue siendo mi refugio y donde historias descabelladas llenan mi mente. Mi lobo corre al fondo y lo veo removerse en su manta que se encuentra junto a la mía tendida en el suelo y los cojines esparcidos, me abrazo a ellos de inmediato. Coloco el cuaderno a un costado y comienzo a escribir todo lo que llega a mi mente hasta quedarme dormida con el hocico de Angelo en mi mejilla.

Abro despacio los ojos, siempre duermo tan bien aquí, seguramente son más de las 10. Me levanto estirándome un poco, el suelo no es muy suave que digamos, a pesar de la docena de cojines sigue siendo un poco incómodo.
Salgo saludando a todas las personas que me encuentro hasta entrar a la casa, para llegar a mi habitación y lo que me encuentro me sorprende.

- ¿Dónde estabas? -pregunta y no precisamente en muy buen tono y tampoco del todo sobrio, el olor alcohol se siente por toda la habitación.

-No te importa-respondo fría-yo no he preguntado donde estuviste tu.

Eros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora