53.

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El sol de la mañana apenas comenzaba a filtrarse entre las cortinas cuando Karin, vestida para viajar, se presentó en los aposentos de Sumire.  La atmósfera era de una calma engañosa, la serenidad matutina contrastando con la tormenta que Karin estaba a punto de desatar.  Antes de despedirse, Karin decidió sembrar una semilla de miedo en el corazón de Sumire, su nuevo peón en la corte.

—Sumire —dijo Karin, su voz baja y grave, carente de su habitual calidez.

Sumire, sorprendida por la visita inesperada, respondió con una pregunta: —¿Qué ocurre?

—Vengo a despedirme —anunció Karin, su mirada fija en la cuna donde dormía Minato.

—¿Despedirte? ¿Por qué? —inquirió Sumire, la confusión comenzando a nublar su tranquilidad.

—Me voy de la capital —respondió Karin con una simpleza que ocultaba la complejidad de sus intenciones.

—¿Cuál es el motivo? —preguntó Sumire, su voz mostrando una preocupación genuina.

Karin se encogió de hombros, una mínima expresión de resignación en su rostro.
—He permanecido mucho tiempo aquí.  Es hora de seguir adelante.

—No quiero que te vayas —dijo Sumire, su voz mostrando una sinceridad que Karin no podía ignorar.  A pesar de su desconfianza, Sumire había llegado a apreciar la compañía de Karin.

Karin asintió, una sombra de tristeza cruzando su rostro. —Debo hacerlo.

Un largo silencio se instaló entre ellas, roto solo por el suave respirar de Minato.  Karin se acercó a la cuna, su mirada posándose en el rostro dormido del bebé.  Entonces, con una voz que apenas un susurro, dejó caer la bomba.

—Sumire, debes tener cuidado. Minato está en peligro.

La tranquilidad matutina de Sumire se desvaneció, reemplazada por una confusión palpable.

—¿En peligro? ¿Por qué? ¿Qué está pasando? ¿De qué hablas? —preguntó Sumire, su voz llena de pánico.

Karin se acercó a la cuna, su mirada fija en el niño dormido. 

—Cuando Sarada tenga un hijo… querrá colocarlo en el trono.

Sumire frunció el ceño, sin comprender. 

—¿Pero… por qué? Mi hijo no tiene nada que ver con… ¿Qué tiene que ver mi hijo con el trono?

—Para que su hijo ascienda al trono, deberá eliminar a Minato —explicó Karin, su tono implacable, cortando la confusión de Sumire como un cuchillo afilado.

Sumire negó con la cabeza, incrédula. 

—No… no creo que Sarada sea tan cruel.  Ella quiere a Minato. ¿Por qué haría algo así?

—El amor no siempre es suficiente, Sumire —replicó Karin, con una amargura profunda en su voz, la luz de la mañana pareciendo acentuar la sombra en sus ojos—.  Para Sarada, el trono es todo. Y Minato… con tan solo respirar, es un obstáculo.

Sumire se quedó en silencio, procesando las palabras de Karin.  La idea era tan monstruosa, tan ajena a su forma de pensar, que le costaba asimilarla, incluso con la luz del día iluminando la habitación.

—Yo… yo no quiero el trono —murmuró—. No seré un obstáculo.

Karin la miró con una expresión de triste comprensión, una máscara que ocultaba su verdadera satisfacción.

—Pero incluso sin quererlo, Sumire, Minato es un obstáculo. Para Sarada, su existencia misma es una amenaza a sus planes.

Sumire volvió su mirada al niño dormido, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.  La imagen de su hijo, tan pequeño, tan vulnerable, se mezclaba con la fría realidad de las palabras de Karin. El miedo, un miedo profundo y escalofriante, comenzó a apoderarse de ella. La desconfianza, una semilla plantada en su mente por Karin, comenzó a echar raíces. La paz que había sentido momentos antes se había esfumado, reemplazada por una inquietud oscura y amenazante que parecía ensombrecer incluso la brillante mañana.

𝑬𝒎𝒑𝒆𝒓𝒂𝒕𝒓𝒊𝒛 𝑼𝒄𝒉𝒊𝒉𝒂 • |Borusara|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora