Lady Sarada Uchiha, una joven hermosa e inteligente de carácter fuerte, era la única hija del Duque Sasuke Uchiha. Fue comprometida con el rebelde príncipe heredero Boruto Uzumaki. Esta unión estaba destinada a fortalecer el vínculo entre las dos fa...
El sol poniente teñía de naranja y púrpura las ruinas de Konoha. Boruto, el Emperador, irradiaba una furia contenida que se sentía como una tormenta a punto de estallar. Se abalanzó sobre Kawaki, quien examinaba unos pergaminos con una calma exasperante.
—¡Kawaki! —espetó Boruto, su voz resonando con una autoridad acostumbrada al obediencia inmediata—. ¡Han pasado horas y aún no has encontrado al responsable del secuestro de Sarada! ¿Es así como pretendes servir a la Corona?
Kawaki levantó la mirada, sus ojos negros, imperturbables, se encontraron con la mirada iracunda de Boruto. No respondió, solo lo observó con una fría indiferencia que encendió aún más la ira del Emperador.
—¡Responde! —exigió Boruto, su mano cerrándose en un puño—. ¡Sarada es mi esposa! ¡La Emperatriz! ¡Debes encontrarla!
Inojin, que observaba la escena desde la distancia, se acercó con cautela. Su rostro reflejaba una mezcla de preocupación y resignación.
—Su Majestad —dijo Inojin, inclinando ligeramente la cabeza en señal de respeto, pero su voz era firme—. Entiendo su angustia, pero debe mantener la compostura. Gritarle a Kawaki no ayudará.
Boruto respiró hondo, luchando por controlar la tormenta que lo amenazaba con consumir. La imagen de Sarada, su amada esposa, cautiva y vulnerable, lo atormentaba. Pero Inojin tenía razón; la ira ciega no era digna de un Emperador. Sin embargo, la hostilidad hacia Kawaki seguía latente.
—Lo sé… —gruñó Boruto, su voz aún tensa—. Pero… ¡es mi esposa! ¡Esto es diferente!
Boruto e Inojin se alejaron de Kawaki, dejando al medio hermano del Emperador solo entre las ruinas. Inojin, con un suspiro, intentó apelar a la razón de Boruto.
—Boruto… no deberías tratarlo así. Él es tu hermano, al fin y al cabo. Comparte tu sangre.
Boruto se detuvo en seco. Se giró, sus ojos azules, llenos de una profunda amargura, se clavaron en los de Inojin.
—Hermano… —repitió Boruto, la palabra cargada de sarcasmo—. Kawaki no es mi hermano. Compartimos sangre, sí, pero eso no lo convierte en familia. Él nunca será mi hermano.
Con estas palabras, Boruto se alejó, dejando a Inojin solo.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El polvo bailaba en los rayos de sol que se colaban entre las tablas podridas del techo. Sarada, con las muñecas y los tobillos doloridos, había aflojado las cuerdas lo suficiente. Un hilo de esperanza, frágil como el cristal, la recorrió. Se incorporó lentamente, con la cautela de un animal herido, y se arrastró hasta la puerta.
Con un suspiro, se aclaró la garganta.
—Por favor… necesito ir al baño… —Su voz temblaba, pero trataba de sonar lo más normal posible.
El hombre, sentado en una silla cercana, levantó la vista, sus ojos pequeños y oscuros la escudriñaron con desconfianza.