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-Emperatriz.

Sarada se giró, encontrándose con la mirada preocupada de ChouChou. Su doncella siempre la veía a través de sus mentiras.

-No te preocupes por dijo, aunque su voz sonó más insegura de lo que pretendía-. Estoy bien.

-Tus ojos dicen lo contrario -replicó ChouChou, con una suavidad que no hacía menos certera su afirmación.

Sarada rió, un sonido corto y sin alegría. A veces deseaba que ChouChou fuera un poco menos perspicaz. Le facilitaría las cosas, aunque también le quitaría el único hombro en el que podía apoyarse.

-Tienes razón -suspiró, dejando caer la máscara de tranquilidad-. Siento como si mi corazón se rompiera en mil pedazos cada vez que pienso en Boruto con otras mujeres. -Las palabras salieron con un dolor que no podía ocultar.

ChouChou se acercó, sentándose a su lado en la cama. -No puedo entender ese dolor -admitió con sinceridad-. Nunca he amado a nadie... pero puedo asegurar que Su Majestad la ama. Eso no va a cambiar por unas cuantas mujeres. Él lo ha demostrado una y otra vez.

-Lo sé -murmuró Sarada, abrazando la tibia tela de su camisón. Sabía que Boruto la amaba. Lo sentía en cada caricia, en cada mirada, en cada susurro a la luz de la luna.

-Una aventura de una noche no lo cambiará -dijo ChouChou, con firmeza.

Una sonrisa, genuina esta vez, se dibujó en los labios de Sarada. El corazón de Boruto era suyo, eso era innegable. Había dejado una marca indeleble en él, una que ninguna otra mujer podría borrar.

Sarada seguía sentada al borde de la cama, mirando las estrellas a través de la ventana. La noche era oscura, pero las estrellas brillaban con una intensidad que parecía reflejar la fuerza de su amor. Su largo cabello negro caía en cascada sobre sus hombros, enmarcando un rostro que, a pesar de la preocupación, irradiaba una belleza serena. Su camisón blanco contrastaba con la oscuridad de la noche.

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El golpe seco de la taza contra la mesa fue el preludio de una conversación tensa. Suigetsu, impaciente, estaba al borde de la retirada. Karin, serena como siempre, parecía ajena a su impaciencia.

-Karin, lo mejor sería irnos. Esto... ya no no es divertido.

Karin no se inmuta. Sigue removiendo su té con calma, sus ojos fijos en el líquido ambarino.

-Puedes irte, Suigetsu. No eres necesario aquí. El palacio puede funcionar perfectamente sin ti.

Suigetsu suelta una carcajada, un sonido áspero y burlón.

-¿En serio crees que te dejaría sola? Después de todo lo que hemos planeado... ¿Qué piensas hacer ahora?

Karin toma un sorbo de su té, saboreando el momento antes de responder.

-Me encargaré de Sarada.

Suigetsu arquea una ceja, intrigado.

-Sarada... ¿Ella es el principal obstáculo para nuestros planes?

-Exactamente. Mientras ella esté ahí, protegiendo a Boruto, no podremos avanzar. Es la única que se interpone entre nosotros y el trono.

Suigetsu se inclina hacia adelante, su interés despertado.

-¿Y cómo piensas deshacerte de ella? Sin levantar sospechas, claro. No podemos permitir que Boruto se entere de nada.

Karin sonríe, una sonrisa fría y calculadora.

-Ya tengo un plan. Un plan tan sutil... tan perfecto... que ni siquiera se dará cuenta de lo que le está sucediendo hasta que sea demasiado tarde.

Suigetsu la observa, una mezcla de admiración y temor en sus ojos. Sabe que Karin es capaz de cualquier cosa.

𝑬𝒎𝒑𝒆𝒓𝒂𝒕𝒓𝒊𝒛 𝑼𝒄𝒉𝒊𝒉𝒂 • |Borusara|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora