Lady Sarada Uchiha, una joven hermosa e inteligente de carácter fuerte, era la única hija del Duque Sasuke Uchiha. Fue comprometida con el rebelde príncipe heredero Boruto Uzumaki. Esta unión estaba destinada a fortalecer el vínculo entre las dos fa...
Sarada se acercó a los aposentos de Boruto con un corazón ligero, anticipando un encuentro íntimo. Sin embargo, al llegar, se encontró con un guardia imponente bloqueando el paso.
—Su Majestad está ocupado —dijo el guardia, su voz firme y cortante—. No se permite la entrada.
La sorpresa se convirtió en una punzada de decepción en el pecho de Sarada.
—¿Ocupado con quién? —preguntó, su voz apenas un susurro.
El guardia vaciló por un momento, antes de responder con una voz baja, casi un susurro: —Con una concubina, Su Majestad.
Las palabras resonaron en los oídos de Sarada, un eco frío que contrastaba con el calor de la esperanza que había traído consigo. Sin embargo, en lugar de la ira o los celos que uno esperaría, una profunda calma la envolvió. Se retiró con una dignidad silenciosa, sin una palabra de reproche, sin una demostración de dolor.
Mientras caminaba por los largos pasillos del palacio, la imagen de Boruto con otra mujer se cruzó en su mente. Pero en lugar de alimentar la tristeza o la envidia, la imagen se desvaneció rápidamente, reemplazada por un pensamiento sereno y firme. Boruto estaba cumpliendo con su deber como Emperador, una obligación que ella entendía y aceptaba. Esta tradición, aunque dolorosa, no cambiaría su amor por él, ni su posición como Emperatriz. Su amor era más profundo, más sólido que las convenciones sociales o las obligaciones políticas.
Su paso era firme, su cabeza alta. No había lágrimas en sus ojos, solo una profunda y tranquila convicción.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El sol de la mañana pintaba franjas doradas en el suelo de madera. Boruto despertó con una sonrisa, la imagen de Sarada fresca en su mente. Se giró, esperando encontrarla dormida a su lado, pero sus ojos se encontraron con una visión completamente inesperada. Una chica de cabello rubio platinado y ojos verdes, brillantes y penetrantes, lo miraba con una expresión tranquila. No era Sarada. El cabello negro azabache y los ojos oscuros de Sarada estaban ausentes. En su lugar, una desconocida ocupaba su espacio.
Un escalofrío recorrió la espalda de Boruto. La sorpresa lo dejó sin aliento por un instante. Se incorporó de un salto, las sábanas cayendo en cascada alrededor de sus piernas.
—¿Quién... quién eres? —preguntó Boruto, su voz aún ronca por el sueño, mezclada con una creciente sensación de incomodidad.
—Soy Anya, su Majestad —respondió con voz suave pero firme.
La explicación no hizo nada para aliviar la confusión de Boruto. Anya... ¿Anya quién? No la conocía. La imagen de Sarada, la dulce espera de su encuentro matutino, se desvaneció, reemplazada por una creciente sensación de inquietud.
—Te pido que te retires de mis aposentos inmediatamente —dijo Boruto, tratando de mantener la compostura a pesar de la confusión que lo invadía.
Anya asintió, sin discutir. Con una velocidad que parecía sobrenatural, se vistió con una eficiencia impecable. En cuestión de segundos, estaba lista. Salió de la habitación sin una palabra más, dejando a Boruto solo con el eco de su presencia y una creciente sensación de pánico.