Lady Sarada Uchiha, una joven hermosa e inteligente de carácter fuerte, era la única hija del Duque Sasuke Uchiha. Fue comprometida con el rebelde príncipe heredero Boruto Uzumaki. Esta unión estaba destinada a fortalecer el vínculo entre las dos fa...
Sarada despertó con los rayos del sol filtrándose entre las cortinas. Estaba sola, un alivio la invadió. Había pasado la noche temiendo la consumación del matrimonio con el príncipe Boruto, pero no había sucedido.
Una sonrisa se dibujó en sus labios. Se sentía feliz, libre de esa carga impuesta. Decidida a comenzar el día con optimismo, se dirigió al baño. El agua caliente de la ducha relajó sus músculos tensos. Mientras el agua caía, dejó que sus pensamientos vagaran. ¿Qué pasaría ahora? ¿Podría encontrar la felicidad?
Tras la ducha, Sarada se vistió con un vestido sencillo pero elegante. Quería lucir hermosa, aunque solo fuera para sí misma. Se miró al espejo y vio una chispa de determinación en sus ojos. Un matrimonio sin amor no la definiría.
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Era una soleada mañana en el palacio. María, la doncella, se apresuraba con las sábanas limpias para la habitación de los recién casados. Era joven, amable y observadora.
Al llegar a la habitación, se detuvo ante la puerta. Debía ser discreta, pero también responsable. Con un suspiro, llamó suavemente.
"Adelante," dijo la voz de Sarada.
María entró con cautela. Al ver la cama intacta, su curiosidad se despertó. ¿No habían consumado el matrimonio? Era delicado, pero debía informar a Ana, la ama de llaves.
María corrió a la oficina de Ana. Ana era una mujer de confianza, conocedora de los secretos de la familia real.
Ana levantó la vista. "¿Qué sucede, querida? Pareces alterada."
"Es el príncipe Boruto y la princesa Sarada. Cambié las sábanas y... la cama está intacta. Además... el príncipe ha desaparecido durante la noche," explicó María, con un susurro.
Ana frunció el ceño, preocupada. "Esto es inusual. Investigaremos antes de sacar conclusiones. Ve a buscar al príncipe por todo el palacio. Yo informaré a la Emperatriz."
María asintió y salió en busca de Boruto. Recorrió los pasillos, llamando su nombre en voz baja. No había rastro del príncipe. La preocupación la invadió.
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El sol iluminaba el Palacio Imperial. La Emperatriz Hinata estaba frente al espejo, su ama de llaves cepillándole el cabello.
Ana, una mujer sabia y leal, tenía algo que decir.
"Su Majestad, hay algo que debo decirle," dijo Ana, con voz temblorosa.
Hinata se volvió, preocupada. "¿Qué sucede, Ana?"
Ana suspiró. "Anoche, el príncipe Boruto abandonó el palacio. No consumó su matrimonio y se marchó sin dejar rastro."
Hinata se quedó petrificada. "¿Cómo es posible? ¿Por qué haría eso? ¿Dónde está mi hijo?"
Ana tomó sus manos. "No lo sé, Su Majestad. Pero he enviado a Shikadai, el mejor amigo de Boruto, en su búsqueda. Confío en que lo ncontrará."
Shikadai, en el patio, se preparaba para su misión. Era el mejor amigo de Boruto, conocía sus secretos.
"Shikadai, te encomiendo esta tarea," dijo Hinata, con esperanza. "Trae a mi hijo de vuelta, sano y salvo."
Shikadai asintió. "No se preocupe, Emperatriz. Haré todo lo que esté a mi alcance."
Montó en su caballo y partió. Tras días de búsqueda, encontró una pista que lo llevó a un pequeño pueblo. Allí, en una modesta posada, estaba Boruto, solo, con la mirada perdida.
Shikadai se acercó. "Boruto, ¿qué te ha llevado a hacer esto? Tu madre está destrozada."
Boruto levantó la mirada, con tristeza y arrepentimiento. "Shikadai, no puedo con este matrimonio. Mi corazón pertenece a otra."
Shikadai frunció el ceño. "¿A quién te refieres?"
Boruto suspiró. "Es Sumire, la nieta de la ama de llaves. Desde que la vi, supe que ella era el amor de mi vida. Pero este matrimonio nos separa."
Shikadai quedó atónito. "Boruto, debes olvidarte de ella. Estás casado con Lady Sarada, eso nunca cambiará."
