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El sol acariciaba el rostro de Sarada cuando Boruto abrió los ojos. La observó en silencio, cautivado por su belleza.  Su respiración era lenta, profunda, como si estuviera disfrutando de un sueño reparador.  Ella abrió los ojos, encontrándose con su mirada.

—Boruto… ¿Qué miras?

—A ti —Su voz era suave, ronca por el sueño.

—Me veo horrible —Sarada se acomodó en su regazo, buscando una posición más cómoda.

—Para nada.  Eres hermosa, la mujer más hermosa de todo el imperio —Las palabras de Boruto eran sinceras, llenas de una admiración que traspasaba la simple apariencia física.

Una sonrisa tímida iluminó el rostro de Sarada, tiñendo sus mejillas de un suave carmesí. —Estás exagerado.

—No, es la verdad.

Boruto la atrajo hacia él, sus labios encontrándose en un beso suave y tierno. 

—Te amo, Sarada.

—Yo también te amo, Boruto.

—Pero yo más —Su tono era juguetón, pero sus ojos reflejaban la intensidad de su amor.

—No lo creo —Sarada respondió, con una sonrisa traviesa.

—Entonces deberías comenzar a creerlo— Boruto los cubrió a ambos con la sábana, creando un espacio íntimo y acogedor.  Sus labios volvieron a unirse, esta vez en un beso más apasionado.  Sarada rodeó el cuello de Boruto con sus brazos, respondiendo con igual fervor, sus dedos acariciando su cabello.  El momento era solo suyo, un instante suspendido en el tiempo.

***

Hinata se acercó a los aposentos de su padre con paso inseguro, el peso de su decisión oprimiéndola.  Había traicionado al Imperio, a su propio hijo Boruto. El castigo por su acto era la muerte, lo sabía.  Pero no podía condenar a su padre. No podía.

Su plan era simple: advertirle, él escaparía, y todo volvería a la normalidad.  Al menos, eso esperaba.

Los guardias, con sus reverencias acostumbradas, anunciaron su llegada.  Hiashi, su padre, la esperaba sentado en un suntuoso sofá, un pergamino en una mano y una copa de vino en la otra. Un sirviente atento rellenaba su cáliz.

—Padre.

La mirada impasible de Hiashi, ese rostro inexpresivo que siempre la había intrigado, la recibió.  Hinata anhelaba comprender el torbellino que se ocultaba tras esa máscara.

—Hinata… ¿Qué te trae por aquí?

—Quiero hablar contigo sobre algo importante—Hiashi observó al sirviente, y con un gesto sutil lo despidió.

El sirviente se retiró con una reverencia.

—¿De qué quieres hablar? —Hiashi dejó el pergamino y la copa sobre la mesa, su atención completamente sobre ella.

Hinata dudó, los nervios tensándole la garganta.

—Lo sé todo.

—No sé de qué hablas.

—Sabes perfectamente, padre. El secuestro de Sarada… tú y Karin son los responsables.

—¿Quién te lo dijo? ¿Karin?

—No importa quién haya sido.

—Claro que importa. Significa que hay traidores entre nosotros. Deben ser eliminados.

—Me asustan tus palabras, padre— confesó Hinata, la voz apenas un susurro—. Cuando era niña, te consideraba intachable.  Pero al crecer… la venda cayó de mis ojos.

𝑬𝒎𝒑𝒆𝒓𝒂𝒕𝒓𝒊𝒛 𝑼𝒄𝒉𝒊𝒉𝒂 • |Borusara|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora