—¿Qué sucedió en el banquete? —preguntó Karin, su voz cortante, sin esperar respuesta.
Suigetsu la miró con fastidio, apoyándose perezosamente contra la pared.
—¿No tienes modales? —respondió, su sarcasmo más contenido.— ¿Acaso no se espera a que el anfitrión termine de hablar antes de interrogarlo?
—No tengo tiempo para tus juegos, Suigetsu —replicó Karin, su mirada fija en él, desafiándolo.
—Ah, pero sí para los tuyos… —Suigetsu dejó caer la frase con un suspiro teatral, el cansancio evidente en su tono—. Llevas días fría y distante. ¿Acaso esperas que te lo pida con flores?
Karin se quedó en silencio, su mirada dura, desafiándolo a que continuara. El silencio se alargó, pesado y tenso. Suigetsu, sin embargo, se mantuvo impasible.
Finalmente, Suigetsu rompió el silencio:
—Tranquila, no sucedió nada interesante. El mismo aburrimiento de siempre. Los nobles se quejaron del vino, la emperatriz estaba tensa, y el emperador… bueno, el emperador parecía estar contando los minutos hasta que pudiera irse a dormir.
—¿Nada más? —insistió Karin, su tono incrédulo.
Suigetsu se encogió de hombros, su irritación más sutil:
—¿Qué esperabas? ¿Un asesinato? ¿Una revolución? Si quieres acción, deberías buscarla en otro lugar. En ese banquete, lo único emocionante fue mi paciencia agotándose.
—Sé que estás molesto… —Karin comenzó, con un tono inseguro, pero menos suplicante.
—¿Molesto? —interrumpió Suigetsu, su voz fría. Sus ojos, llenos de una furia contenida, brillaban con intensidad—. Molesto es una palabra demasiado suave, Karin.
Karin rodó los ojos, un gesto de frustración. Se acercó a él, sus dedos rozando ligeramente sus hombros.
—Detente. Sé lo que estás haciendo —dijo Suigetsu, su voz firme—. Pero esta vez no funcionará.
El toque en sus hombros se convirtió en una presión firme, un leve empujón.
—Suigetsu, no me provoques —Karin se alejó, su mirada fulminante—. Desde el principio de este matrimonio te dije cómo iban a funcionar las cosas entre nosotros y tú aceptaste, ahora no te quejes.
Suigetsu suspiró cansado.
—Desearía volver el tiempo atrás y no haberte pedido tu mano.
—No creas que con tus palabras harás que me sienta mal. No caeré ante tus manipulaciones. —le dio la espalda.
—Ah, ¿de verdad? Pensé que era tu especialidad, no la mía. —Suigetsu la miró de reojo, sin darle la vuelta.— Al menos sé que las mías son sinceras, aunque a ti no te gusten.
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La habitación de Hinata estaba sumida en una penumbra apenas iluminada por una lámpara de aceite. El silencio era denso, pesado como una losa. Hiashi Hyuga, sentado impasible en un sillón de madera oscura, era la personificación de la frialdad. Su rostro, inmutable, no dejaba entrever emoción alguna. Hinata, presa de un nerviosismo que la hacía temblar ligeramente, se aferraba a los pliegues de su kimono, sus nudillos blancos por la tensión. Sus ojos, normalmente serenos, estaban desorbitados, llenos de un miedo palpable; sus labios, pálidos y temblorosos, apenas podían articular palabras. Un fino sudor perlaba su frente.
—El asunto de la sucesión no admite demora.— dijo Hiashi, su voz seca como el desierto.
Hinata tragó saliva con dificultad, su garganta seca como la arena. Su voz apenas un susurro, apenas audible por encima del latido frenético de su propio corazón.
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𝑬𝒎𝒑𝒆𝒓𝒂𝒕𝒓𝒊𝒛 𝑼𝒄𝒉𝒊𝒉𝒂 • |Borusara|
FanfictionLady Sarada Uchiha, una joven hermosa e inteligente de carácter fuerte, era la única hija del Duque Sasuke Uchiha. Fue comprometida con el rebelde príncipe heredero Boruto Uzumaki. Esta unión estaba destinada a fortalecer el vínculo entre las dos fa...
