𝑬𝒎𝒑𝒆𝒓𝒂𝒕𝒓𝒊𝒛 𝑼𝒄𝒉𝒊𝒉𝒂 • |Borusara|

30

Sarada, aún sin aliento, miraba fijamente a Kawaki, la sorpresa grabada en su rostro. El joven, con su expresión impasible, la observaba a su vez. El silencio se prolongó por un instante, roto sólo por el bullicio del mercado.

-Tú... tú eres Kawaki, ¿verdad? -preguntó Sarada, su voz apenas un susurro.

Kawaki arqueó una ceja, su mirada penetrante.

-¿Cómo sabes mi nombre? -preguntó Kawaki, su tono neutro, sin mostrar sorpresa.

Sarada sonrió levemente, una sonrisa astuta y calculadora.

-He oído hablar de ti... -respondió Sarada, manteniendo la ambigüedad-. Tu... reputación te precede.

Kawaki la observó durante unos segundos, su mirada analizando cada detalle de su expresión. Dedujo su nobleza en la forma en que se movía, en la delicadeza de sus gestos, a pesar de sus ropas sencillas. La forma en que había pedido ayuda, con una mezcla de autoridad y cortesía, también lo confirmaba.

En ese momento, ChouChou llegó corriendo, su rostro lleno de preocupación.

-¿Estás bien? ¿Qué ha pasado? -preguntó ChouChou, mirando la escena con incredulidad.

Sarada, aliviada por la llegada de ChouChou, le explicó brevemente lo sucedido. Mientras tanto, Kawaki, sin decir una palabra más, se dio la vuelta y se alejó entre la multitud, desapareciendo rápidamente como si se disolviera en el bullicio del mercado.

-...¿Quién era ese hombre? -preguntó ChouChou, su voz llena de curiosidad-. Era... muy extraño. Y muy fuerte.

Sarada suspiró, mirando el lugar donde Kawaki había desaparecido.

-Era Kawaki -respondió Sarada, su voz baja-. Lo vi en el funeral del emperador Naruto... estaba discutiendo con Boruto. Parece... que es alguien importante.

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El salón de baile del palacio rebosaba de nobles elegantemente vestidos, sus risas y conversaciones formando un murmullo constante. Candelabros de cristal iluminaban el espacio, reflejándose en los ricos tejidos y las joyas que adornaban a los asistentes. En medio de ese mar de opulencia, Karin se movía con una gracia felina, su sonrisa enigmática y sus ojos brillantes observando cada rostro. Se acercaba a un grupo de nobles, susurrando con fingida discreción.

-...oh, por favor, no me hagan repetirlo -dijo Karin, llevando una mano a su pecho, fingiendo un gesto de disgusto-. Es algo tan... escandaloso, tan inapropiado para mis oídos... pero... bueno, ya que insisten...

Los nobles, intrigados por su reticencia, se acercaron más, susurrando sus preguntas. Karin, con una expresión de renuencia fingida, se dejó convencer.

-Es sobre el emperador Boruto, naturalmente -susurró Karin, con una expresión de pesar-. Se dice... se rumorea... que tiene una relación secreta... una relación prohibida... con Sumire kakei, la doncella de la emperatriz

Un murmullo recorrió el grupo, una mezcla de asombro e incredulidad. Karin, fingiendo una expresión de incomodidad, continuó.

-Yo, personalmente, no puedo creerlo -dijo Karin, negando con la cabeza-. Es simplemente... impensable. Pero... las fuentes son... fiables. Se dice que se han visto besándose... en secreto... en los jardines del palacio...

Los nobles intercambiaron miradas, sus rostros reflejando una mezcla de sorpresa y escándalo. Karin, con una sonrisa enigmática, añadió más detalles, cada palabra cuidadosamente elegida para alimentar la intriga y la especulación.

-Y dicen... que la emperatriz Sarada... lo sabe todo. Que es por eso que... bueno, ustedes saben... la ausencia de la emperatriz...

Karin se encogió de hombros, fingiendo indiferencia, pero sus ojos brillaban con malicia. Había sembrado la semilla de la duda, del escándalo, y ahora la dejaría crecer, alimentándola con susurros y medias verdades. El rumor, como un incendio silencioso, se extendería por la corte, quemando la reputación de Boruto y Sumire, y sembrando el caos en el imperio. Su objetivo estaba cumplido. Y ella, con una sonrisa inocente, se alejaba, dejando tras de sí un rastro de intriga y destrucción.