29

229 23 0
                                        

El sol de la tarde proyectaba largas sombras sobre las casas de piedra y los tejados de pizarra del pueblo.  Las calles, un laberinto de callejones estrechos y plazas animadas, rebosaban de vida.  Campesinos, mercaderes y nobles se mezclaban entre los puestos del mercado, creando un bullicio constante que resonaba entre las casas.  En medio de esa vorágine, Sarada y ChouChou, con sus capuchas ocultas bajo la multitud, se movían con sigilo, sus ropas sencillas intentando pasar desapercibidas.  Habían escapado del palacio hacía pocas horas, dejando atrás el lujo.

Sarada, se sentía desolada, obligándola a huir con su fiel doncella, ChouChou.  El miedo y la determinación se mezclaban en su interior, impulsándola a seguir adelante.

—ChouChou, necesitamos encontrar un lugar donde pasar la noche —susurró Sarada, su voz apenas audible sobre el murmullo de la gente.

ChouChou, aferrada al brazo de Sarada, asintió con la cabeza, su mirada llena de preocupación.

Se detuvieron frente a una posada concurrida, con una fachada de madera oscura y una señal colgada que anunciaba "El León Dormido".  La entrada estaba abarrotada de gente, un hervidero de conversaciones y risas.  Sarada dudó un instante, consciente de que un lugar tan visible podría ser peligroso.

Luego, sus ojos se posaron en un pequeño callejón, apenas visible entre dos casas.  Al final del callejón, una pequeña y humilde casa con una puerta de madera desgastada parecía ofrecer un refugio más discreto.

Sarada, con un gesto imperceptible, indicó a ChouChou que la siguiera.  Se adentraron en el callejón, sus pasos amortiguados por las piedras irregulares del suelo.  Se acercaron a la casa, y Sarada llamó suavemente a la puerta.

Un hombre de avanzada edad, con el rostro arrugado y una mirada amable, abrió la puerta.  Al ver a las dos mujeres con sus capuchas, su expresión se volvió cautelosa.

—Buenas noches —dijo Sarada, con voz suave.  —Buscamos un lugar para alojarnos esta noche.  ¿Tendría alguna habitación disponible?

El hombre las observó con atención, luego asintió con la cabeza.

—Sí, señoritas.  Pasen, pasen.  Tengo una habitación pequeña pero acogedora en el piso de arriba.

Sarada y ChouChou entraron en la casa, dejando atrás el bullicio del pueblo y buscando refugio en la discreción de aquella humilde morada, lejos del engaño y la traición que habían dejado atrás.  El pueblo, con sus calles laberínticas y sus casas de piedra, se convertía en su nuevo escondite, un lugar donde empezar de nuevo.

.˚♡˚.═══════ .˚♡˚. ════════.˚♡˚.

El silencio en la oficina de Boruto era más denso que cualquier documento oficial. Boruto, con la mirada perdida en un punto indeterminado de la pared, parecía más un prisionero de sus propios pensamientos que el emperador del imperio.  La culpa y la preocupación por la huida de Sarada lo habían sumido en un silencio profundo, interrumpido sólo por el ocasional suspiro. Shikadai, sentado en su silla habitual, lo observaba con una mezcla de impaciencia y comprensión, esperando el momento oportuno para intervenir.

—…y así fue como Sarada descubrió todo.  El engaño, la traición… todo se derrumbó —concluyó Boruto finalmente, su voz quebrada, aún mirando hacia la ventana.

Shikadai esperó unos instantes, dejando que el peso de las palabras de Boruto resonara en el aire.  Luego, con su habitual calma y precisión, intervino.

—Entiendo —dijo Shikadai, su voz serena pero firme—. Entonces… ¿a dónde crees que haya ido?

Boruto suspiró, pasando una mano por su rostro cansado. La imagen de Sarada huyendo en medio de la noche, y el recuerdo del beso traicionero con Sumire, aún le quemaban la retina.

𝑬𝒎𝒑𝒆𝒓𝒂𝒕𝒓𝒊𝒛 𝑼𝒄𝒉𝒊𝒉𝒂 • |Borusara|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora