38

203 16 2
                                        

La habitación de Sarada estaba bañada por la cálida luz del atardecer.  Sobre la mesa de madera pulida, entre canastas repletas de hilos de seda de colores brillantes, descansaban dos hermosos pañuelos de tela blanca finísima.  Agujas de tejer, delicadas y relucientes, yacen junto a ellos.  Sarada e Himawari, sentadas en cómodos sillones, concentraban sus dedos ágiles en la labor de bordar intrincados diseños en los pañuelos. El silencio, solo interrumpido por el suave tic-tac del reloj de pared y el susurro casi imperceptible de las agujas deslizándose sobre la tela, era reconfortante.

Himawari, con una sonrisa suave, dejó caer su aguja y miró a Sarada.  El pañuelo que estaba bordando, con delicados pétalos de cerezo, estaba casi terminado.

—Te extrañé, Sarada —dijo, su voz un susurro apenas audible.

Sarada sonrió levemente, su mirada se suavizó al ver la ternura en los ojos de su cuñada.  Dejó a un lado su propio pañuelo, en el que estaba bordando un elegante diseño de hojas de arce.

—Yo también te extrañé, Himawari —respondió, su voz cálida y sincera.

Himawari, sin embargo, parecía tener algo más en mente.  Dobló cuidadosamente el pañuelo casi terminado y lo colocó junto a las canastas de hilo.

—Pero… ¿dónde estabas? —Su pregunta, aunque inocente, resonaba con una inquietud subyacente.

Sarada dejó caer su aguja, un ligero gesto de incomodidad cruzando su rostro. Evitar la pregunta era más fácil que enfrentar la verdad.  Se mordió el labio inferior, indecisa.

—Tuve que… atender algunos asuntos —respondió, su voz un poco tensa.  Sus dedos jugueteaban nerviosamente con el hilo de seda.

Himawari asintió con la cabeza, aunque la respuesta no la satisfizo del todo. El silencio volvió a caer entre ellas, ahora cargado de una incomodidad sutil.  Sarada, perdida en sus pensamientos, dejó escapar un suspiro casi imperceptible.  Tomó su pañuelo de nuevo, pero sus dedos ya no se movían con la misma destreza.

—Me pregunto… cómo estará Kawaki —murmuró para sí misma, su mirada perdida en la intrincada labor que tenía entre manos, pero su mente lejos de los pétalos de arce. La preocupación por Kawaki era constante en su mente, una sombra que se cernía sobre su tranquilidad. La imagen de Kawaki, con su mirada seria y protectora, apareció en su mente. ¿Estaría bien? ¿Estaría a salvo? La incertidumbre la carcomía.

.˚♡˚.═══════ .˚♡˚. ════════.˚♡˚.

El sol de la tarde proyectaba largas sombras en la oficina de Boruto. Documentos oficiales y mapas estratégicos cubrían su escritorio, reflejo del peso de sus responsabilidades. Boruto, absorto en un informe, levantó la vista al escuchar un suave golpe en la puerta. Sumire, vestida con un sencillo kimono, estaba en el umbral, su rostro serio y ligeramente pálido.

—¿Sumire? ¿Qué haces aquí? —preguntó Boruto, sorprendido.

Sumire avanzó lentamente hacia el escritorio, sus manos juntas con nerviosismo.

—Su Majestad —comenzó, su voz apenas un susurro— necesito hablar contigo. —Su mirada, fija en los ojos de Boruto, transmitía ansiedad y determinación.

Boruto se levantó, dejando el informe a un lado. La gravedad en el rostro de Sumire le hizo presentir algo importante.

—Dime, Sumire. ¿Qué ocurre?

Sumire tomó una profunda respiración.

—Estoy embarazada —dijo, con una mezcla de miedo y asombro.

El silencio fue ensordecedor. Boruto permaneció inmóvil, procesando la información. Su expresión cambió de sorpresa a incredulidad y asombro. La culpabilidad se intensificó. Tenía que contarle esto a Sarada. ¿Cómo iba a decírselo?

𝑬𝒎𝒑𝒆𝒓𝒂𝒕𝒓𝒊𝒛 𝑼𝒄𝒉𝒊𝒉𝒂 • |Borusara|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora