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El resplandor dorado del atardecer se desvanecía, dejando tras de sí una suave penumbra en el dormitorio imperial. Sarada, envuelta en una bata de seda blanca, tan suave como la pluma de un cisne, se sentaba ante su tocador, el espejo reflejando la felicidad radiante en sus ojos. Su cabello, normalmente recogido en un elaborado peinado, estaba suelto, una cascada oscura que caía sobre sus hombros. Sumire, con una quietud casi imperceptible, cepillaba con suaves movimientos el largo cabello de Sarada, sus dedos hábiles deslizándose por la seda oscura. Mientras ChouChou, arrodillada a sus pies, la miraba con admiración.

-Su Gracia. -comenzó ChouChou, su voz un susurro respetuoso-, cuénteme todo. Sobre el Emperador.

Sarada sonrió, un rubor tiñendo sus mejillas.

-Fue... maravilloso, ChouChou. El sol de la tarde... la calidez de su oficina... Él estaba tan concentrado, trabajando, pero cuando entré...-Sus dedos trazaron un círculo en el aire, como si intentara capturar la esencia de ese momento.

Sumire, aunque aparentemente concentrada en su tarea, sentía cada palabra como una punzada en el corazón. El cepillo se detuvo un instante, imperceptiblemente, antes de reanudar su suave movimiento. La felicidad de Sarada era un cuchillo afilado, cortando la ilusión de un futuro que nunca sería suyo.

-Su Gracia. -continuó ChouChou, con una mezcla de curiosidad y admiración.-¿y qué dijo Su Majestad?

-Él... me dijo que me amaba. -susurró Sarada, la voz llena de una emoción que aún la conmovía.-Dijo que soy su esposa, su emperatriz... y que quiere que sea la madre de sus hijos.

ChouChou soltó un pequeño grito ahogado, tapándose la boca con una mano. Sumire sintió un escalofrío recorrer su espalda. La imagen de Boruto, su amante secreto, abrazando a Sarada, la llenaba de una amargura profunda.

-¡Oh, Su Gracia! ¡Eso es... simplemente increíble! -exclamó ChouChou.-Y... ¿luego qué? Su Majestad...?

Sarada sonrió, un brillo húmedo en sus ojos.

-Sí, ChouChou. -susurró.-Nos besamos... y fue... como si el mundo desapareciera. Solo existíamos él y yo. -Un suspiro escapó de sus labios, un suspiro de felicidad pura e incontenible.

Sumire sin darse cuenta, la presión de su mano sobre el cepillo aumentó. El roce contra el cuero cabelludo de Sarada se hizo más brusco, más insistente.

-¡Auch! -exclamó Sarada, sorprendida por la fuerza inesperada. Un pequeño gemido de dolor escapó de sus labios.

Sumire se sobresaltó, el arrepentimiento la inundó instantáneamente.

-¡Su Gracia, mil perdones! - susurró, su voz temblorosa.

El cepillo cayó de sus manos, y se inclinó profundamente, su frente casi tocando el suelo. La vergüenza la abrasaba, pero debajo de la vergüenza, una punzada de satisfacción oscura se agitaba. Un pequeño triunfo sobre la imperturbable calma de Sarada, sobre su inminente felicidad con Boruto. Pero el triunfo era efímero, eclipsado por el dolor profundo que la consumía.

ChouChou, con una mezcla de asombro y preocupación, preguntó: -¿Su Majestad, se encuentra bien?

Sarada, frotándose la cabeza adolorida, respondió con un suspiro: -Estoy bien... creo. Solo fue un susto. Gracias, Sumire, pero... quizás deberías tener más cuidado.- Aunque su tono era suave, su mirada indicaba que estaba algo molesta. Sumire, avergonzada, asintió silenciosamente, retomando el cepillado con una precaución extrema, cada movimiento ahora medido y lento, consciente de la delicada situación.

☆ ★ ✮ ★ ☆

La luna proyectaba sus rayos plateados sobre la habitación de Sarada, iluminando suavemente su rostro mientras dormía plácidamente. Un suave ronroneo se escapaba de sus labios, y sus pestañas largas y oscuras reposaban sobre sus mejillas sonrosadas.

𝑬𝒎𝒑𝒆𝒓𝒂𝒕𝒓𝒊𝒛 𝑼𝒄𝒉𝒊𝒉𝒂 • |Borusara|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora