Difference

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Tom's pov

Entré a la habitación y las dos prostitutas reían como verdaderos necesitadas, y en verdad lo estaban.
Saltaron a la cama, sentándose y entregándose por completo a mí con sus ropas cortas, gimiendo mi nombre, incitándome a acercarme a ellas. No me importaba una mierda ellas, ni sus palabras, ni sus rostros, solo quería placer y desahogarme en algo, y eso lo conseguía con el sexo.
Probablemente ellas ya estarían demasiado usadas, y eso le quitaba la gracia a todo, pero mientras ellas iban a reír nerviosas y gemir de placer, yo las estaría ignorando por completo, como sin fueran muñecas sin vida.

Me gustaba y me hacía sentir mejor ver como obedecían y abrían sus piernas para mí, e incluso cualquier otro hombre, pero eso no lo tenía en mente. Cuando ellas estaban tiradas en la cama, como gatas en celo, me quité la camiseta y me acerqué a las dos putas que tenía delante, con sus piernas abiertas de par en par y su sonrisa sumisa ante mí. No me importaba causarles dolor en lo absoluto, esto lo hacía para mi propio gusto. Jadearon desesperadas mientras me veían lanzar la camiseta al suelo. Se tocaban entre ellas, quitándose la poca tela que llevaban encima para entregarse por completo a mí, que las miraba con detenimiento.

Se tumbaron boca arriba en la cama, dispuestas a que yo hiciera lo que quisiera con sus cuerpos. Mientras me acercaba a ellas y desabrochaba mi cinturón, escuché un gran estruendo fuera, y no era casualmente la música del pub o alguien más haciendo lo que yo estaba apunto de hacer.

Se escucharon vidrios romperse y caer al suelo, rebotando en este. Una voz grave, seguida de un pequeño grito que pude reconocer perfectamente. Un grito con furia, con desesperación y remordimiento. Esos gritos que yo recibía casi a diario, esos gritos que me volvían loco en cualquier sentido. Me quedé inmóvil y me olvidé por completo de las dos chicas desesperadas por tenerme dentro de ellas, que gemían suavemente todavía. Esos gemidos se silenciaron, dejé de escucharlos, aunque sabía que todavía sonaban. Solo escuchaba esas voces, esas dos voces, especialmente una de ellas.

Me volví a abrochar el cinturón y eché un paso hacia atrás, mirando hacia la puerta cerrada de la habitación.

Sentí una mano fría pero húmeda agarrarme de la parte superior de mis pantalones, tirando débilmente de mi cuerpo hacia atrás, y giré la cabeza para ver de nuevo a las dos prostitutas todavía necesitadas. Abofeteé a la que me había agarrado y esta lloriqueo de forma débil, pero no le tomé importancia.

Me agaché en el suelo para agarrar la camiseta y me la puse mientras ponía la mano en la manija de la puerta y la abría, provocando un leve crujido. Cuando el cuello de la camiseta bajó de mis ojos, pude ver perfectamente la escena. Los trozos de vidrio tirados por el suelo, con pequeños charcos; mi hermano mirándome fijamente, tirado en el suelo sobre sus rodillas y con un trozo de botella rota en su mano izquierda. Debajo de él estaba ella, su cuerpo tenso, con sus manos a los lados de su cabeza con las palmas a la vista. Tenía el pelo desordenado en el suelo, y estaba inmóvil debajo de Bill.

En mi cabeza resonaron sus sollozos, sus gritos, sus gemidos, sus susurros... La vi, la vi de nuevo, debajo de mí, completamente vulnerable, con la mirada cansada, con el rostro triste, con el cuerpo destrozado. Sus ojos llenos de miedo, de desprecio, de remordimiento. Ahora también lo estaban, pero ahora no temían por mí, ya no temían por mis acciones. Ahora temían por las de mi hermano, mi reflejo; el que nunca llegará a ser como yo, nunca llegará a ser un monstruo como yo.

Sus ojos me reclamaban, me temían, me despreciaban, pero me llamaban. Me pedían que la sacara de ahí, me pedían que la dejara ir, me pedían libertad, me pedían piedad; pero no podía darle eso.

I Lost Myself - Tom KaulitzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora