VIOLENNA

Recuérdame:

DENNA:

-Buenos días- dice la rubia, sentándose a los pies de la cama del hospital.

Habían pasado ya 2 días desde el accidente. Y Violeta seguía sin despertarse. Denna había avisado a su familia, pero no acudió ninguno, salvo su abuela María, que había dormido con ella la noche anterior. 

-Ya van dos días sin ti mi amor. Dos días en los que lo único que quiero es verte abrir los ojos y respirar. Pero no lo haces-. Comenzó a llorar en silencio.

-Yo-yo, te he traído unas flores- dijo, dejando el jarrón de rosas blancas encima de la mesa. -Son rosas, tus favoritas-. Le acarició el pelo con suavidad. -Necesito que despiertes, te necesito conmigo. Me siento terriblemente perdida-. 

La madrugada anterior le había dado un infarto de miocardio, y casi la pierdo. Esas horas de larga operación fueron las más duras de su vida. Lloraba a todas horas, no tenía fuerza para caminar, no tenía voz para hablar, no tenía ganas de vivir. 

-Tienes que ser fuerte Vio, por mi- dijo. -¿Somos padameras hasta la muerte, no?- preguntó en voz alta, tratando de contener toda la rabia acumulada.

Pero no hubo respuesta. No la había habido durante esos dos días. La habitación se volvió a quedar en silencio.

-No te oigo- susurró, apretándole la fría mejilla. 

"Despierta amor. Despierta"-.

-¡No te oigo!- gritó rota de dolor. Se dejó caer de la cama y empezó a llorar desconsoladamente. Se sentó con las rodillas en el suelo, su cara apoyada en el costado de la cama, y sus manos agarrando con fuerza una de las piernas de Violeta. 

-¡No te oigo!-. El gritó se oyó por todo el edificio. -No te oigo, no te oigo- murmuró, apretando los dientes. 

Volvió a gritar aún más fuerte, pensando que si lo hacía cada vez más, Violeta podría escucharla. 

Le faltaban horas de sueño, le faltaba azúcar, le faltaba comida... "Comida"- se dijo. "Llevo sin comer desde hace dos días"-se recordó. 

-¡Almudena!- exclamó una voz. La rubia subió la cabeza y vio a unos cuantos médicos, sosteniéndola en brazos. La estaban arrastrando a fuera de la habitación.

-¡¿Qué hacéis?!- bramó de dolor nuevamente Denna, que al no obtener respuesta se puso a patalear como una niña pequeña. Pero lo cansada y hambrienta que estaba le hicieron cerrar poco a poco los ojos, y caer rendida ante el sedante que le inyectaron.

-¡Violeta!- chilló por última vez, extendiendo su mano para intentar alcanzarla.

-Vamos Denna, venga- le dijeron varios médicos. La rubia no podía parar de llorar, desgarrada y agotada.  

Los doctores la sacaron de allí en brazos, conscientes de la escenita que la granadina había montado en unos segundos. 

-Hay que ingresarla a ella también- dijo uno.

-Le falta azúcar, la tensión le falla- respondió otro.

En ese momento Denna cerró los ojos por fin. Pero su último pensamiento fue para alguien que también tenía los suyos cerrados. 

"Hola Denna"- escuchó en su sueño. 

...