Desafiando al destino:

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DENNA:

-Queridos pasajeros, abróchense los cinturones, nos disponemos a aterrizar en el aeropuerto internacional de Seychelles en unos pocos instantes. Muchas gracias por viajar con nosotros y disfruten de su viaje-.

Denna se abrochó el cinturón y se dejó caer nuevamente sobre el asiento. Miró por la ventana y vio de cerca la pequeña pista en la que iban a aterrizar. Luego vio el diminuto aeropuerto y finalmente, vio la playa. Acompañada de una hilera de casas, a la orilla alojadas allí mismo.

Subió con la mirada y vio una pequeña montaña al lado de una pasarela de madera de unos cinco metros que daba a la playa, de agua cristalina y arena blanca. Era una casa preciosa, de un solo piso, con jacuzzi y piscina. Hasta se le escapó la baba. Podría ser perfectamente la casa de sus sueños. 

Habían pasado varias semanas, 3 exactamente. Había coincidido justamente con el inicio de las vacaciones de verano. Se había despedido de Violeta el 31 de junio en aquella playa del sur de Almería. 

...

-No puedo explicarte nada, porque no hay explicación. Me he dado cuenta de que no puedo vivir sin ti Denna. Eres como las olas de esta playa, siempre vuelves- murmuró Violeta, sentada sobre la toalla.

La rubia esbozó una linda sonrisa.

-¿De qué te ríes?- quiso saber la otra.

-A mi me pasa lo mismo. Y mira que lo he intentado eh..., pero no sé qué pasa, que a mi cabeza solo le gustan los recuerdos que tengo contigo- se rió. Volvió a enseñar esa bonita sonrisa.

-No esperaba menos- dijo, sonrojándose un poco Violeta.

-Mira Violeta, sé perfectamente porqué me has traído aquí- dijo, apartándose un mechón de pelo de la cara. -Pero si quieres mi perdón, vas a tener que esforzarte un poco más-.

La pelirroja enmudeció. Se levantó de la toalla y caminó hacia la orilla, con sus pies descalzos. Denna sin entender nada, la siguió. 

-¿Y quién ha dicho que yo quiera tú perdón?- susurró, mirándola tiernamente.

-Es lo mínimo que podrías hacer- dijo, rozando con los dedos del pie la fría agua del mar.

Violeta se rio por lo bajo. -Mira Denna, no te he traído aquí para hablar de eso. No se muy bien como decirte esto ni como te va a sentar- murmuró, mirando por encima de la cabeza de la rubia.

-Me estás asustando-. A Denna se le borró la cara de felicidad al instante. -¿Para qué me has traído entonces?-.

-Se que te dije que volveríamos a empezar, que quería hacerlo bien. Pero no estoy lista- susurró con varias lágrimas en la cara. -He de sanarme a mi misma primero para poder sanar lo nuestro. No quiero seguir haciéndote daño Denna... no puedo-. Sus ojos marrones relucían con la luz del atardecer.

Denna no dijo nada. 

-Dime que lo entiendes- pidió la pelirroja.

-Entonces, ¿eso significa que ya no hay un nosotras?- preguntó con miedo la rubia. -¿Se ha acabado todo?-.

-¿Qué?, ¡No!- exclamó, cogiendo su mano y acariciándola. -Escúchame- le rogó. -Siempre va a haber un nosotras. Te quiero Denna, quiero lo que tenemos. Pero no deseo seguir causándote ningún mal- dijo, explicándose. 

-Violeta, no me causas ningún mal- mintió ella.

-No, no mientas-. Violeta sonrió con dulzura. -Está decidido, no te convengo ahora mismo- dijo.

-¡Tú no decides lo que me conviene a mi!- exclamó, soltando su mano. 

Pero Violeta la frenó. Consiguió atrapar su mano e hizo girarse por completo a Denna. Acercó sus labios a los de la rubia, y segundos después se fundieron en un cálido y dulce beso. 

Denna sonrió al separarse. 

-Dame tiempo, solo necesito tiempo- murmuró Violeta, pasando las manos por la cintura de Denna. 

Y así, la luz del atardecer las consumió. Consumió aquella despedida, que más que ha despedida sonaba a un hasta pronto.

Pero claro, Denna no sabía hasta cuándo sería aquel "hasta pronto". No iba a tardar en descubrirlo. 

...



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