20. Isaac

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El viaje fue largo, primero fuimos hasta la estación en carreta, después en tren hasta Charlottetown y finalmente tomamos un barco hasta Stratford. Conforme estábamos cerca el corazón me latía mas de prisa, pero mayormente con emoción de volver a ver a Isaac.

Mary y Bash se separaron para ir a reservar un motel para todos, quedaban algunas horas para la boda, pero Mary debía descansar a causa de su embarazo. Gilbert, Anne y yo fuimos hasta el orfanato. Sabía perfectamente como llegar, iba en medio de ambos y Anne se sostenía fuerte a mi mano.

—Anne hazme un favor, sé que sonará muy vergonzoso y extraño, pero finge ser mi esposa —dije cuando faltaban unos metros para llegar—, quiero que crean que soy maduro para poder sacar a Isaac a pasear, no quiero solo verlo aquí dentro.

—Buena idea, Dante, hagámoslo —respondió ella.

—Bien —fue lo único que pude decir.

—Dante, cualquier cosa que pase dímelo, yo fingiré ser tu socio de negocios —dijo Gilbert.

Le di un apretón rápido en la mano y segundos después estábamos frente al gran portón del orfanato.

—Buenas tardes —saludé al guardia.

—¿Dante? —preguntó.

—Creí que no se acordaría de mí —dije con la misma formalidad.

—Bueno, como no recordar al chico que siempre quería escaparse —río un poco—, pero ahora que no eres mi problema ¿qué te trae por acá?

—Vengo a ver a un amigo —dije.

—Adelante —abrió el portón y nos indicó pasar.

—Por cierto, usted siempre me dijo que nadie me querría por mi actitud, pues permítame presentarle a mi esposa Anne —dije y señalé a Anne. Sentí a Gilbert reír a mi lado.

—Un placer conocerlo —dijo ella.

—Un placer señorita, mis respetos para usted —río el guardia y no pude evitar reír de vuelta.

No lo odiaba, a veces me jaloneaba y me subía la voz, pero ahora entendía que solo hacia su trabajo de proteger a los niños huérfanos, normalmente se portaba bien con todos.

Miré hacia el frente, el largo sendero por el cual siempre me negaba a pasar, cada día que viví ahí, solo para molestar me iba caminando por el pasto. El sendero terminaba en las grandes puertas de madera de la construcción vieja y fría del orfanato, el corazón se aceleraba con cada paso.

Finalmente al estar frente a las puertas, di un largo suspiro y toqué con los nudillos sobre la madera. Una de las puertas se abrió y una mucama que no conocía asomó su cara.

—¿Si?

—Buenos días, ¿los niños pueden recibir visitas? —pregunté. No sabía si mi pregunta era correcta, no sabía que se debía de hacer al visitar a un huérfano, porque yo jamás tuve una visita.

—¿A quién y de parte de quién? —preguntó con voz gangosa.

—A Isaac de parte de Dante Cuthbert y familia —respondí, sentía un nudo en la garganta de estar haciendo lo que jamás alguien hizo por mi.

—Pasen, la dirección está arriba a la derecha, tienes que llenar un formulario y ya después te llevaran al patio a ver al niño —dijo de forma monótona.

—Gracias.

Ingresé al lugar seguido por mi hermana y novio. El olor me trajo recuerdos, siempre olía a lejía, a humedad y a algo cocinándose (quemándose) en la cocina.

Affection and Desire | Gilbert Blythe | lgbtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora