chapter fifty four.

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7 de julio.

real life.
capítulo cuarenta y cuatro — lo que nunca te dije.



EMILIA's pov.

Había tenido un lindo dia, que ahora era una hermosa noche. Estábamos Ari, Ama, Sam y yo en un antro de España, hablando del viaje que haríamos a Estados Unidos luego de España.

— Tenemos que comprar la versión de Target de Speak Now, no es pregunta — dije yo.

Quizás estaba pendeja, pero no pensaba ir a Estados Unidos y perderme la oportunidad de comprar el vinilo de la versión de Taylor de su álbum Speak Now.

— Ahí va la obsesionada con Taylor — rodó los ojos Ama, en chiste.

A diferencia de Ama y Ari, Samy y yo no estábamos pedas. Habíamos tomado, pero no hasta quedar ebrias.

— Si, a huevo, ¿algún problema, mamona? — le respondí de la misma manera.

La música era tan fuerte que teníamos que gritar para hablar. Yo mantenía mi distancia con Samy porque ya habíamos pasado por la mierda que dijo Amandarina y estábamos en medio de una polémica. Rivers aún no quería hacerlo público, y eso lo respetaba.

— Hey, oigan, me siento mal, creo que quiero vomitar — soltó Ama.

— Okay, creo que ha sido mucho alcohol, Amita — le quité su vaso.

— Deberíamos irnos, ya es tarde — sugirió Rivera.

Yo asentí.

— Yo voy a buscar el auto, tú cuida a estas borrachas — dijo, para luego literalmente volar hacia el estacionamiento.

— ¿Qué? ¡No me dejes con las borrachas, weona! — me quejé.

Pinche rubia.

— ¿Siempre has sido tan bonita, Emi? — me dijo Ari, con una risa.

— No, estoy horrible, estoy más demacrada que mi puta madre.

— ¿Ya le dijiste a Rivers que te vas a Argentina? — preguntó Amairani.

Yo solo me mordí el labio, nerviosa.

Por suerte el momento fue interrumpido por un mensaje de la misma rubia, que ya nos avisaba que estaba afuera con el auto.

— Oye, ¿por qué nos vamos? — preguntó Ari, mientras la ayudaba a pararse y caminar hacia el auto.

— Porque ya es tarde y están pedas, pinches mala copa.

— Hey, no nos llames así — la mayor de las Garza hizo un puchero, como una niña pequeña quejándose.

Rodé los ojos y les pedí que solo caminaran hacia el auto. Senté a las hermanas Garza en los asientos de atrás y yo entré en el asiento del copiloto.

— ¿No quieres que conduzca yo? — le pregunté yo. Ella negó. Personalmente le pregunté porque Samy es peligrosa estando al volante. Y me daba miedo que pasara algo, porque había tomado.

𝗔𝗟𝗚𝗢 𝗖𝗢𝗡𝗧𝗜𝗚𝗢;     rivers ggDonde viven las historias. Descúbrelo ahora