chapter seventy one.

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real life.
capítulo setenta y uno — las pollas.


EMILIA's pov.

— Mica... — dije intentando no gritarle.

— Boluda, ¿qué mierda? — exclamó ella a través del teléfono.

— Wey, lo sé, ya, no me pegues.

— ¿Cómo que durmieron juntas, Emi? — volvió a gritar. Su felicidad era evidente.

— ¡Cállate! Ahora estoy en Españita, déjame piola.

— Pelotuda, debes amarla mucho como para ir con ella a España — asentí mientras reía — y Rivers debe odiarme mucho.

— Si, la amo y mucho. Y si, efectivamente, a ti te odia

— Si, boluda, por tu culpa. Tendría una amistad con la famosa Rivers GG si no estuvieras vos en el camino.

— ¿Qué culpa tengo yo, pendeja? — le cuestioné indignada.

— Le gustás a esa mina y bailaste conmigo. No sé que más pruebas querés.

— Pelotuda, te dije que no le gusto — rodé los ojos. — Supéralo.

— Vos te estás haciendo la boluda, yo lo sé.

— No, weona — negué, mientras seguía riendo. — Te hablo luego, tengo que entrenar ahorita.

— Llamáme en caso de cualquier cosa, te quiero — corté y salí de mi habitación.

Habían pasado algunos dias desde que habíamos llegado a Barcelona nuevamente, y hoy me tocaba ir al primer entrenamiento con las chicas de Pio. Realmente me daba algo de vergüenza, porque ya no soy buena para socializar.

— Las morras son muy simpáticas, créeme — me habló la rubia con los lentes puestos.

— Si sé, wey, solo que me da vergüenza — dije mirando a la ventana del auto en el que estábamos.

— Tranquila — tomó mi mano y la acarició por unos segundos.

Esa simple acción fue suficiente para que empezara a sentir las mariposas en mi estómago y que apartara mi vista de lo hermoso que es Barcelona y la posara en la mano de la rubia.

— Las morras ya te aman, wey. Te aman mas que a mi, su presi — dijo llorando en broma.

— Imposible — reí. — Eres la pinche presi, wey, es imposible.

— Tú misma lo verás cuando llegues allá a entrenar con ellas.



















Llegamos tarde. Por culpa de Rivers.

— Pendeja, ¿no podías levantarte más temprano? — exclamé seria mientras corría hacia el Cupra.

— Wey, calma... — suspiraba exhausta. — Ya... Me cansé.

Fue lo último que escuché porque entré al Cupra y pude visualizar a las chicas sentadas en el campo mirando hacia donde estaba, porque había hecho sonar la puerta.

Caminé rápidamente y con nervios hacia ellas, pues no las conocía y me daba miedo caerles mal.

— Bueno, esta es la pequeña sorpresa que les teníamos con Rivers — sonrió la entrenadora.

— Ostias, ¿Emimi es quien suple a Sara? — cuestionó Ona, sorprendida.

Realmente, eso era un halago para mi. Sara Mérida era muy buena jugadora en el campo y muy buena persona fuera de el. Era digna de admirar, por lo que cuando supe que jugaría por Pio estuve muy feliz.

𝗔𝗟𝗚𝗢 𝗖𝗢𝗡𝗧𝗜𝗚𝗢;     rivers ggDonde viven las historias. Descúbrelo ahora