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De vuelta al trabajo

En la mañana el bufón se dedicó a hacer el desayuno para él y su compañero pues tenía trabajo que hacer por la tarde. Para su suerte no tenía resaca por lo que pudo cocinar con entusiasmo el desayuno, al tener servida la mesa se dirigió al cuarto de Agust, quien se encontraba profundamente dormido en la cama. Jack no le dio importancia y lo cargó, eso hizo despertarlo luego de salir de la habitación. Talló sus ojos algo desorientado y bostezó.

— ¿Qué?... — preguntó con un tono adormecido y grave.

— Soy yo, caramelito — sonrió.

El Hacker abrió más los ojos percatandose que el pelinegro no tenía camiseta y sólo estaba en un pantalón y traía su máscara. ¿Nunca se la quitaba?. El que no tuviera camisa alertó un poco a Agust que soltó algunos balbuceos.

— Ey, tranquilo — calmó el pelinegro. — ¿O actúas así por qué estás nervioso? — se burló acercando su rostro al contrario.

— En tus sueños — contestó apartándolo.

— ¿Y esas ojeras? ¿No pudiste dormir ayer? — preguntó al estar más cerca de él y poder notarlas.

— Eso... yo — formuló con dificultad mientras un leve sonrojo se presentaba en sus mejillas por la vergüenza.

— Eso me lo dice todo — sonrió. Agust D frunció el ceño cruzándose de brazos por el fastidio, aunque aún conservaba aquel leve rojo en su rostro. — Lo siento, bebé, no sabía que te pondría celoso, luego te llevaré a ti — propuso alterando al chico en sus brazos.

— No puedes — recordó.

— Lo sé — contestó. — Pero podré muy pronto —.

El pálido no contestó pues se sentía algo consternado con esa respuesta. ¿Tan confiado estaba Jack?.

Sin más charla fue dejado en la silla y el mayor se sentó en la de al lado para empezar a comer. Cuando el bufón se levantó para ir a dejar los platos, el peliblanco pudo ver su espalda, la cual estaba llena de arañazos rojizos, había muchos algunos largos y algunos cortos, parecía como si aquel chico quisiera desollar la piel del bufón. Dejó pasar un trago largo de saliva. ¡Dios!.

Es un completo animal — pensó con desagrado y una mala sensación permaneció en su cabeza.

El pelinegro tardó varios minutos en terminar de lavar los platos para luego ir hasta el pálido y tomarlo en sus brazos. A Agust no se le hizo raro, ya se estaba acostumbrando a esto desde hace días, lo que no fue raro tampoco que lo acomodara en el sofá. Seguramente, trataría sus heridas pues casi siempre lo hacía después del desayuno o en la tarde después del trabajo.

Tomó aquel botiquín que permanecía sobre la mesa desde hace días y se sentó frente a Agust y puso sus pies en su regazo para luego comenzar a quitar las vendas.

— Faltan pocos días y estarán sanados por completo — informó con una pequeña sonrisa aunque no pudiera verse por la máscara.

El menor no sabía si eso era bueno o era malo, ahora no podía hacer nada por estar herido, por eso estaba tan cómodo... tal vez cuando se curara sería un castigo que aumentaría. Eso lo tenía angustiado.

No hablaron mucho mientras lo atendía y así era siempre, luego de eso el cautor se fue a vestir para poder irse a trabajar dejando a su cautivo en el mismo lugar sin dejar instrucciones correctas, pero seguramente haría lo mismo de siempre, dormir, tal vez arrastrarse hasta el librero para leer algún libro y esperar a que Jack regresara. No había otra cosa que hacer.

El juguete del BufónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora