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Arrogante

— ¡Fue mi pareja! — soltó nervioso con desespero.

El silencio reinó en la habitación después de eso e igualmente las manos del mayor se retiraron del cuerpo del menor.

— Fue hace mucho tiempo, él murió en un accidente donde no pude salvarlo y no fue exactamente mi pareja, éramos muy unidos, fue un gran amigo para mí, pero también me besaba, nunca estuvo clara nuestra relación, se comportaba raro y- — fue interrumpido.

— No sigas — gruñó con recelo. Su voz sonó tan profunda y disgustada que hizo callar rápidamente al menor que tenía ganas de llorar con solo escuchar esa voz. — Sólo quiero que me digas una cosa — habló luego de unos minutos. El pálido guardó silencio en espera de sus palabras. — ¿Me amas más a mí que lo que lo amaste a él? —.

Agust reflexionó unos segundos antes de encontrar la respuesta en su cabeza. Asintió. — Lo amo, señor... lo necesito en todos los aspectos — tomó una de las manos del mayor mirando sus ojos. Ya no importaba JiMin, ahora tenía una persona de la cual dependía de manera obsesiva.

Eso hizo sentir aliviado al mayor el cual sonrió y besó a su menor con salvajismo y posesión. Sus labios se movieron devorando los labios contrarios recargándolo contra el respaldo de la silla.

Mmh~ — jadeó Agust al sentir las manos heladas del mayor en sus glúteos.

Sus labios se separaron y su boca bajó para dejar chupetes en su cuello. Estaba claro que su mayor quería dejarle en claro que era de él, que era de su propiedad, quería marcarlo para que todos supieran que tenía dueño. Se había sentido tan celoso de un muerto, tanto que esta era su reacción, incluso quería demostrarle al mismo Agust que no le pertenecía a nadie más que a él con esas marcas. Su boca se abrió y sus dientes se impregnaron en la delicada piel rojiza del menor quien gritó por aquello, pero no hizo nada por apartarlo pues le estaba gustando sentirse tan suyo, además le estaba ayudando a olvidar al antes mencionado.

Al estar satisfecho con las marcas en su cuello se separó y lo miró a los ojos. Sacó sus manos del pantalón del otro y las puso en sus mejillas para hacer que este lo viera fijamente.

Eres mío, sólo eres mío y de nadie más ¿entendiste? — preguntó con un ápice de locura en su voz, parecía como en medio de una crisis.

— Lo soy, soy de usted, amo — concedió sin evitar el contacto visual.

— Eres mío — sus manos se dirigieron a su cuello para estrujarlo. — Mío, mío, mío — parloteaba para si mismo perdido en un trance mientras seguía apretando el cuello contrario.

— Amo... s-soy suyo — habló con dificultad por la pérdida lenta de oxígeno. Sus manos se dirigieron a las contrarias para intentar quitarlas con suavidad. — P-por f-favor... suélteme... —.

— Cállate — siseó con algunas exhalaciones de exasperación.

Con ello el peliblanco se dejó llevar soportando ser ahorcado por su mayor. Él era suyo, podía hacer lo que quisiera con él y no podía hacer nada para evitarlo, lo aceptaría como un buen sirviente y un buen objeto.

El mayor soltó a su víctima cuando sintió su pulso de manera irregular, pues parecía que ya no respondía a los apretones, lo soltó y el menor empezó a toser y toser recuperando el aliento.

— ¿Ya sabes dónde está? — preguntó al estar más calmado y al su menor también estar recuperado.

— N-no lo sé —. Revisó los monitores y movió unas cuantas cosas con desesperación. — No... — soltó mientras se apresuraba más a confirmar lo que su monitor mostraba.

El juguete del BufónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora