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Pecado

— Abre grande y chúpala, putita — ordenó presionando más aquel metal contra sus belfos. Este abrió lentamente colmándole la paciencia al mayor. — Anda, abre más, bien que te encanta tener cosas en la boca, imaginate que es mi polla — indicó abriendo espacio a la fuerza para meter la punta del Bereta 9mm.

Agust sintió el sabor metálico en su boca, estaba algo caliente, pero no le impidió que la tocara con su lengua haciéndolo como su victimario le estaba indicando.

— Eso, así, chúpala, déjala cubierta de tu sucia saliva — el arma permanecía inmóvil para poder apreciar más como Agust se esforzaba por hacerlo bien, moviendo su cabeza a los lados para tomar más profundidad. — Más profundo, zorra, quiero tocar tu garganta y que te ahogues con mi polla — susurró en su oído mientras masajeaba su esponjoso durazno.

Mmh~ — gimió ahogado sintiendo el arma más profunda al igual que la manera de ser manoseado en su zona baja. Lo hizo, chupó y lamió aquel cañón metálico con mucho ímpetu para tener satisfecho a su sometedor.

Después de varios minutos el arma salió de su boca, ya estaba bien lubricada y él no podía más, se había ahogado al sentir el arma empujar contra su campanilla.

— Así se hace, eres una muy buena puta, experimentada — se burló dándole una fuerte nalgada.

— ¡Ah!~ — se quejó en un tono algo agudo.

Sintió nuevamente su mano en su cintura y también pudo sentir aquel bulto duro frotarse contra él de manera brusca, eso lo hizo gemir aún más.

— Pareces bastante emocionado por recibirme — sonrió complacido. — ¿Lo estás? — miró la mitad de su rostro pues estaba pegado contra la pared.

— L-Lo estoy, amo, por favor, entre — rogó aunque no fuera cierto, ni siquiera había abierto las piernas para darle un excelente acceso a su mayor. Aquellos ojos estaban cubiertos en cristales, sus labios hinchados y rojos por los besos y un poco de saliva escurrido de ellos por la anterior felacion. Era tan erótico para el mayor que estaba bastante desesperado.

— Abre las piernas para tu señor — el arma pegó entre ellas haciendo distancia a lo que el menor obedeció sin más, abriéndolas y separándose un poco de la pared para curvear su espalda y detenerse con sus brazos. — Muy bien, parece que conoces la rutina — se burló.

Agust no dijo nada, solo esperaba que terminara ya con su pesadilla, y esto solo había aumentado al sentir el metal recorrer dentro de sus montañas carnosas, rosando su entrada y luego siendo apretada por la boca del cañón metálico.

— ¿Qué pasa? — preguntó viéndolo. — ¿No dijiste que lo querías dentro? Ahora que lo estás a punto de tener, ¿te arrepientes?, eso no puede ser — se apretó más el arma contra su entrada sacándole un quejido al igual que algunas exhalaciones alterado. — Vamos, demuestra que en verdad lo quieres dentro, ruega como la buena puta que eres — su cintura era acaricianda nuevamente.

— Y-yo... amo... lo deseo~ — suplicó en jadeos viendo sus ojos con lágrimas. — Por favor, metalo ya... estoy ansioso~ — gimió con un tono casi corto por el nudo en la garganta.

No se hizo de esperar más y el cañón entró de a poco en el apretado interior del pálido el cual apretó sus manos en puños, mientras sacaba jadeos y gemidos, también abriendo un poco más sus piernas para recibirlo mejor, se inclinó hacia enfrente tanto que ahora su pecho podía tocar la pared.

— ¡Aaaah!~ — gritó entre gemidos. No había pasado mucho tiempo desde la última vez que tuvieron sexo, solamente unas horas, por lo cual no debería de haber problema con la introducción del miembro del mayor, pero ese no era el miembro del mayor y aunque era más chico que el falo del su señor, dolía como el demonio, eso no se ajustaba para nada así, solo se abría paso con brusquedad y al ser de metal con una figura poco lisa raspaba con sus paredes sintiéndose extremadamente doloroso.

El juguete del BufónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora