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Flor: Pensamientos intrusivos

No recordaba nada después de ir al baño y tomarse una ducha con su verdugo. Recuerda haber tallado su cuerpo con el jabón y haber tenido otro ronda porque el pelinegro lo sometió diciendo que era "Muy sexy" y que no podía evitarlo porque verlo tallar su cuerpo y sentir su tacto habia sido una provocación. Él no se opuso, y aunque no quisiera hacerlo no podía negarse. Accedió pues había recuperado un poco las energías y le había gustado como se sentía así que cooperó nuevamente montando al azabache, pero ahora al revés, sin poder verlo a la cara. Al terminar esta vez le tocó a él ser atendido por el azabache quien se encargó de limpiarlo y hasta ahí tiene memoria. Por lo mismo se sorprendió bastante cuando sintió unos brazos rodearlo con recelo por la cintura, parecían no querer dejarlo ir, como si fuera a escapar de ellos, además de eso pudo sentir un aliento caliente en la curvatura de su cuello y hombro, eso le hizo erizar su piel de su nuca, agregando a la ecuación podía sentir los pectorales y abdomen bien formado de su cautor en su espalda y que entre sus piernas tenía una de las del azabache. Era cálida la sensación de sus cuerpos abrazados, se sentía bien, pero también lo hacía estar un poco nervioso al no tener ropa y no tener ni un espacio entre ellos dos. No pudo moverse pues Jack no lo dejaba al tenerlo restringido y quería seguir descansando un poco más por lo que cerró sus ojos para dormir otro poco.

Sintió frío y se removió por ello intentando buscar el calor, pero cuando abrió los ojos no había nadie a su lado, eso le pareció confuso, pero aún más no haberlo sentido ya que siempre tiene el sueño muy ligero debido a las pesa-... un momento, no había tenido pesadillas, ¿Cómo puede ser posible? Durmió toda la noche de manera plácida y relajada, hasta pudo dormir un tiempo extra, esto era increíble para el pálido, no podía creerlo.

En medio de su sorpresa el hombre de pelo negro salió del cuarto de baño dirigiendo su mirada a la cama para luego sonreír por ver aquella piel nivea con algunas marcas rojizas en el pecho, cuello y clavículas. Además ver las hebras blanquecinas despeinadas lo hacía ver realmente hermosos con esos ojos pasivos, aquellos que se habían formado gracias a sus múltiples castigos, había domado esa mirada hostil y ahora no quedaba nada de ella, ni de su antiguo dueño.

— Buenos días, dulzura — saludó acercándose para sentarse a su lado y taparse con la cobija de la cintura hacia abajo.

— Buenos días, amo — devolvió con una sonrisa apenada al ver el torso del mayor desnudo.

Este se recargo en su brazo sano y el herido lo uso para tomar la cintura de Agust para acercarlo más hacia él. Este no puso objeciones y miró hacia la cara de su mayor para tratar de descifrar lo que pretendía. Pudo descifrarlo rápidamente al sentir los labios de su mayor sobre los suyos en un suave compás que siguió sin complejidad. Se dejó guiar, sus manos tomaban ritmo hasta su pecho donde acariciaron y se deslizaron hasta el cuello moreno. Se estaba tomando mucho atrevimiento, pero era justo considerando que el mayor conservaba una mano en su trasero y estaba amasándolo con una sola mano. El beso claramente subió de intensidad, pues aquellas caricias necesitaban un ritmo más apresurado. Los labios del canela bajaron por su cuello tocando aquellas áreas que habían sido afectadas ayer, no le importó demasiado, ahora se estaba dejando llevar de nuevo por el pecado, no importaba nada más que saciar la sed de unión que tenían y no pararían hasta saciarla.

Habían pasado algunos días en los que todo había transcurrido normal, por así decirlo, pues Jack había sanado de su brazo y había vuelto a trabajar. Pero algo había cambiado y eso era el sexo pues tenían al menos una vez por día, no es que le molestara, pero le gustaría descansar un día de equello, aunque el premio era dormir en la cama del bufón siendo rodeado por sus brazos, eso le gustaba pues no le causaba pesadillas y podía dormir plenamente, lo cual estaba haciendo que sus ojeras desaparecieran y se sintiera mejor, se sentía con más ganas de vivir, pues la rutina no le era incomoda. Era levantarse, preparar el desayuno, comer con su señor, luego recibir un beso de despedida que siempre lo dejaba encendido pues Jack besaba muy rudo y fogoso, después lavaba los trastes, limpiaba la casa y se daba un baño para ver que preparía de comida al terminar, preparar la comida le llevaba tiempo y cuando servía la mesa su señor había llegado. Este si había traído a alguien iba al sótano donde se encerraba por horas en las que Agust lo esperaba leyendo un libro, luego el bufón se duchaba, pues sabía que a su muñequito no le gustaba la sangre y como siempre planeaba cojer con él antes de acostarse se acicalaba. Así era normalmente.

El juguete del BufónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora