LOS EXPLORADORES DE LAS SOMBRAS - 1

6 0 0
                                    


Nunca habíamos visto algo como éso: un planeta que giraba alrededor de otro, otro que estaba inmóvil en el espacio. Una roca helada, sombría, a la cual no llegaba ninguna clase de luz y que sólo podíamos detectar a través de uno de nuestros satélites espaciales.

No soy un experto en astronomía, pero creo que nunca antes se detectó un fenómeno semejante.

Este descubrimiento no hubiera sido significativo para nosotros, y no hubiera tenido en nuestra vida una importancia mayor a la de una simple anécdota, si no fuera porque el comandante Harris cometió el terrible error de proponer que estudiásemos ese fenómeno, al punto tal de que, tres meses después, una nave partió desde la tierra y descendió en el territorio indescifrable de ese astro remoto.

Cuando bajamos de la nave, sólo vimos oscuridad. Pero luego empezamos a distinguir, en esa oscuridad, una serie de puntos rojos, que pertenecían, como luego supimos, a los únicos habitantes que tenía ese planeta. La escasa luz que proyectaba nuestra nave hizo que algunas de estas criaturas, obviamente habituadas a la oscuridad absoluta, cayeran desvanecidas, y esto nos permitió traerlas a la tierra y conservarlas en el laboratorio en el cual serían estudiadas. Pero un año después, hubo una explosión en el laboratorio. No soy un experto en instalaciones eléctricas, pero creo que fue una falla en los circuitos del sistema de ventilación lo que produjo ese incendio devastador, y las cerraduras de las jaulas en las que estas criaturas estaban encerradas cedieron ante el calor del fuego.

20 o 30 de estas criaturas escaparon. Afuera, era de noche, pero la sensibilidad ante la luz de estos seres es tan elevada que tampoco pueden tolerar la luz de la luna, o esas luces que, inevitablemente, adornan el paisaje de cualquier pueblo o ciudad que esté habitado aunque sea por una población escasa.

Las criaturas eludieron estas luminarias con desesperación. Muchas perecieron, pero las que sobrevivieron a la luz se refugiaron en fosas subterráneas, donde los pocos agentes del ejército que las perseguían no pudieron, obviamente, ingresar. Pero estos seres no necesitaron de vastas entradas para llegar a las profundidades de nuestro planeta. Sus cuerpos, semejantes a las raíces de una planta, pudieron sin ninguna dificultad escarbar la tierra y desplazarse dentro de ella, hacia regiones que acaso ningún ser humano ha conocido jamás. Y no sólo sus cuerpos se parecían a un montón de raíces que imitaban, aunque imperfectamente, la figura humana, sino que sus cabezas eran semejantes a bulbos, y también, aunque no soy un experto en zoología, puedo afirmar que sus rostros tenían un aspecto que los hacía similares al rostro de una hiena.

A pesar de la delgadez y la naturaleza quebradiza de sus cuerpos, estos seres eran realmente peligrosos. Podían descuartizar y hasta devorar a una persona en pocos segundos, por lo que el comandante organizó una brigada, consistente en 5 hombres, que destinaría a la misión de localizar y, si fuera posible, destruir a estas criaturas.

Yo fui uno de los cinco hombres que integraron esa brigada. He descendido por cuevas y acantilados, aunque no puedo decir que yo sea una persona capacitada para esta clase de actividades, y he participado de excavaciones en las que se ha perforado la tierra hasta generar pozos de unos 70 metros de profundidad. He explorado, junto a mis compañeros, regiones del planeta a donde jamás ha llegado la luz, ni el agua, ni el oxígeno, y durante más de dos años no hemos hallado ninguna señal de la presencia de estos seres. Evidentemente, estaban escondidos en una profundidad aun mayor que la que nosotros podíamos alcanzar. Lo cual era preocupante, sobre todo si estas criaturas podían reproducirse en nuestro planeta, y hacerlo con rapidez.

El devorador de planetas y otras historiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora