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No estaba seguro de que aquello haya sido un reptiliano. Era verde. Sí, de eso sí estaba seguro, y tenía una forma humanoide, con extremidades muy largas. Sus brazos eran tan largos como sus piernas. Los agitaba violentamente. Era horrible. Corría y saltaba como una langosta.

Pero Billy estaba quieto. Él no lo perseguía. Tampoco el ejército, ni la policía. No había nadie más en esa región de la ciudad.

Billy no sospechaba, en ese entonces, lo que estaba ocurriendo.

Nadie, salvo algunos agentes especiales del ejército, lo sabía.

El hombre alto colocó sus manos en el volante del vehículo y dijo, con una voz muy degastada:

- Debemos salir de aquí. Si el alumbrado público falla, no tendremos manera de saber hacia dónde vamos. La linterna seguramente tiene poca batería, y no confío en las luces del auto. Cruzaremos el puente hacia la costa, y de allí partiremos, quizá en barco, hacia Europa. Los aeropuertos están cerrados. Debemos abandonar Nueva York cuanto antes; si es posible, esta misma noche.

El hombre alto hablaba con cierto nerviosismo, aunque era evidente que un planeta inestable y al borde de una catástrofe climática no podía servirle a los reptilianos, ni a sus enemigos, por lo que estas razas alienígenas ya no representaban un problema para la humanidad. El problema, ahora, era otro.

- ¿Realmente no escuchó ningún ruido? - preguntó el hombre alto.

- Ninguno - dijo Billy-. Creo. No lo sé. Estaba muy nervioso. De cualquier forma, no sé qué clase de criatura era.

- Reptiliano - dijo el hombre alto-. Yo lo vi, esa misma noche. Una claridad inmensa que se desplazaba en el cielo lo perseguía. Pero luego lo perdí de vista. Supongo que yo me encontraba a unas diez cuadras de la callejuela en la que usted estaba. La luz era muy blanca, enorme. No sé si era una nave espacial o si era otra cosa.

Súbitamente, el hombre alto dejó de hablar. A lo lejos, algunos botes se movían tenuemente en el agua ondulante.

- Cruzaremos en barco - agregó luego-. No hay helicópteros disponibles. Debemos hacerlo ahora, porque el comportamiento del mar será imprevisible dentro de unos meses. Ahora vamos y venimos, como un péndulo en el espacio exterior. Porque, sabe, no estamos girando alrededor del sol. Pero eso no es tan grave. Lo grave sería, en el peor de los casos, que la Tierra se dirija hacia el sol. ¿Pero cómo se podría calcular esto? No lo sé, no hay manera, creo. Sin una fuerza que contenga el eje de rotación...

Tosió, se reacomodó en el asiento de vehículo y su mirada se dirigió hacia ese horizonte en el que los botes flotaban tristemente.

- Creo que allá viene- dijo- Veo una luz.

Billy alzó sus ojos hacia la oscura lejanía.Había una luz, una cierta claridad, que comenzaba a crecer, allá, a lo lejos, detrás de los botes y las islas. Una luz blanca, muy blanca, parecida a la que perseguía a la criatura verde cuando el hombre alto la divisó en aquella avenida de Nueva York.

Una brisa fría y tenue comenzaba a soplar, y entonces Billy dijo:

- No es un barco.

- ¿Cómo? - preguntó el hombre alto mientras la pálida y misteriosa luz se agigantaba en el horizonte, sobre las aguas del océano Atlántico que se movían cada vez con mayor intensidad.- ¿Está seguro?

- Sí, estoy seguro - dijo Billy-. No es un barco. Es otra cosa.

- Entonces ¿Qué es? -preguntó el hombre alto.

- Es la luna - respondió Billy.

- No puede ser- dijo el hombre alto.

- Sí, sí - repitió Billy sin quitar su mirada del cielo-. Estoy seguro. La estoy viendo claramente. Es la luna.

El devorador de planetas y otras historiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora