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Mi vida entre los habitantes siguió transcurriendo con cierta normalidad, aunque me preguntaba constantemente a qué clase de ser o fenómeno tendría que enfrentarme, según me dijo aquel habitante, y si el triángulo azul me ayudaría a sobrellevar ese enfrentamiento. Yo sentía, desde que lo colocaron en mi pierna derecha, una cierta serenidad que me permitía razonar con mayor eficacia, pero no puedo asegurar que esta lucidez novedosa tenía alguna relación con aquel elemento.

El tétrico planetoide que me hospedaba giraba cansinamente alrededor de una estrella débil, que apenas emitía luz y calor. Yo sentía que el día era más oscuro que la noche. Había una frialdad constante en ese territorio, que al anochecer, misteriosamente, disminuía. El proceso de rotación del misterioso astro era muy inestable. Su velocidad variaba permanentemente. A veces el día duraba 6 o 7 horas; a veces más de 100 horas. Yo presencié en una ocasión una noche que duró media hora, a la cual le sucedió un día de unas 30 o 40 horas de duración.

El terreno era blando, y en algunas regiones nuestros pasos dejaban huellas bastante profundas, como si hubiéramos pisado barro. Ciertas criaturas muy pequeñas y alargadas, que necesitaban resguardarse de la frialdad del viento y no eran capaces de cavar hoyos, aprovechaban esas huellas, refugiándose en su hondura, por lo que siempre estaban merodeando a nuestro alrededor, pendientes de nuestros recorridos.

También había rocas de gran tamaño, y cierto tipo de vegetación que estaba adherida a ellas, casi sin sobresalir, como si fuera un dibujo. Algo semejante a una enredadera con un espesor mínimo, tan delgada como una hoja de papel, que yo nunca he visto en el planeta tierra y que según uno de los habitantes anunciaba la llegada del Evento, ya que emulaba la forma circular de este acontecimiento.

No sé cuánto tiempo estuve allí, pero una tarde escuché los gritos de los habitantes. Algo giraba en el cielo. Algo oscuro, que a veces adquiría una coloración amarillenta y que se aproximaba hacia donde nosotros estábamos. "Es el evento", pensé, y mientras algunos habitantes ingresaban a la nave, otros se reunieron alrededor del artefacto que habían instalado cuando hollamos por primera vez ese suelo, y empezaron a manipularlo, oprimiendo ciertos botones y desplazando sus palancas de aspecto metálico.

El remolino abismal creció hasta que desde su centro emergió un tentáculo, también negro, muy semejante al tentáculo de un pulpo terrestre, y no recuerdo nada más, nada de lo que sucedió después. Ni siquiera sé si el tentáculo existió alguna vez, o si lo soñé durante ese desfallecimiento en el que caí repentinamente.

Desperté en otro lugar. ¿Me habían salvado? Me rodeaban muchas personas, pero que no se parecían a los habitantes. Eran otros seres, y conjeturé, inmediatamente, que ellos eran los que me habían rescatado de la catástrofe que se abatió sobre aquel planetoide sombrío.

Nunca más volví a ver a los habitantes, pero la idea de que ellos también habían sido rescatados por estas personas que ahora me estaban recibiendo en su comunidad, me causó un profundo terror. Presentí un proceso que volvería a repetirse, un círculo en el que estaba atrapado. Quizá el poder del triángulo azul me estaba permitiendo ver esta circunstancia. Quizá había una luminosidad, un auxilio intelectual que ese elemento irradiaba y gracias al cual yo lograba comprender esto, pero que no me servía para saber lo que había ocurrido durante aquel Evento, ni quiénes eran los seres que ahora me observaban en silencio, ni qué me esperaba en esta otra región del Universo, cuya naturaleza yo ignoraba, hasta que uno de esos seres me habló y me dijo:

-Aquí estará seguro. Su planeta fue absorbido por el Vórtice, pero hemos logrado rescatar a sus habitantes, y a usted. Creo que no contaban con una táctica adecuada de combate. El Vórtice no puede ser detenido simplemente con rayos o campos magnéticos. Es necesario distraerlo, confundirlo mediante estrategias casi psicológicas. Supongo que ninguno de ustedes cuenta con el poder de hacer eso, por eso tuvimos que intervenir. A partir de ahora, nosotros lo protegeremos. Ya no necesita ese triángulo aquí. Si usted lo prefiere, puede quitárselo.

El devorador de planetas y otras historiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora