LOS VISITANTES

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No sé si eran humanos. Tenían forma humana, pero yo podía ver claramente el esqueleto de cada uno de ellos, como si la carne que los envolvía fuera totalmente transparente, o no existiera. Además, esos huesos, en la oscuridad de aquel bosque, brillaban con una especie de fosforescencia azul.

Caminaban lentamente, mirando hacia todos lados. Parecían estar examinando el territorio o buscando algo. La nave de la que habían descendido estaba medio oculta en la maleza. Y entonces uno de ellos se inclinó y tomó algo del suelo, posiblemente una pequeña planta, o la hoja de algún árbol, y lo guardó en un frasco cilíndrico. Luego, los cuatro seres regresaron a la nave y ésta se elevó y desapareció en el cielo nocturno de aquel 4 de marzo del año 2012.

Al otro día, por la tarde, volví al bosque para ver si hallaba algún rastro de esos seres. No los encontré, pero advertí algo extraño en la vegetación a través de la cual habían transitado. Algunos árboles, por ejemplo, habían cambiado. Tenían una coloración azulada, semejante a la fosforescencia que emitían los huesos de aquellos seres. Pero, lo que más me intrigó, fue que parecían no tener corteza. Yo podía ver el interior de esos árboles. Por lo que me acerqué a uno de ellos, extendí mi mano y lo toqué. Sentí algo en mis dedos, y fue como si estuviera tocando un vidrio. La corteza estaba allí, pero yo no podía verla, o, mejor dicho, no podía verla claramente, porque sí, gracias a algunas señales, percibía en cierta forma su presencia, como si fuera una gelatina. Y también algunas piedras, e incluso un ave que cruzó casualmente delante mío, habían adquirido esa horrenda transparencia.

Abandoné el bosque, pero no pude liberarme completamente de él, porque al llegar a mi casa me dirigí hacia el baño y, al estirar mi mano izquierda para oprimir el interruptor de la luz, la mano con la que había tocado ese árbol, me llevé una sorpresa: al encenderse la luz, descubrí que podía ver todos los huesos de mi mano, porque también mi carne era prácticamente transparente.

No sé qué clase de sustancia se desprendía aquella noche de los cuerpos de esos seres, pero es evidente que se trata de un componente que no pertenece a nuestro planeta, y que me veré obligado a convivir con este componente, probablemente, por el resto de mi vida, a no ser que encuentre alguna forma de deshacerme de él.


(Texto anónimo, hallado junto a los informes firmados por Marco H. Ford)

El devorador de planetas y otras historiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora