4

54 4 0
                                    

Oscuridad, silencio.

Nada especial ocurría.

-Ese hombre está loco - dijo Matthew de repente -. Yo nunca confié en él. Entra y sale de esa oficina, donde examina continuamente ese radar. Sufre alucinaciones. Y nos ha enviado a una muerte segura.

-¿ De quién estás hablando? - pregunté.

-Del teniente- dijo Matthew.

En cierta forma, tenía razón. El teniente era un hombre extraño, pero yo nunca he llegado a pensar que estuviera loco. Sí he sentido, alguna vez, que su personalidad rozaba los límites de la normalidad y que podía caer, en cualquier momento, en algún desvarío supersticioso. Por ejemplo, siempre que caminaba por el pasillo, desde la oficina a la sala principal del Observatorio, calculaba sus pasos. Nunca daba un número par de pasos. A veces llegaba a la puerta de la sala y retrocedía, sólo para dar un paso más. Pero eso no implicaba que estuviera loco.

-Está nervioso por esa criatura, es comprensible - dije.

Matthew se calló. Volvió a observar el techo de la nave y permaneció en esa posición, durante un largo rato.

El devorador de planetas y otras historiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora