Cuando Vogher comprendió lo que Ellen estaba haciendo, escapó. Dio un salto tremendo, inhumado, que en un instante lo colocó en el tercer piso de esa sala, y desde allí se lanzó a través de una abertura también hexagonal, hacia el exterior, y desapareció. El ejército que Ellen comandaba lo persiguió, tratando de buscar un camino hacia donde Vogher pudiera estar, pero no sabíamos hacia qué sección del templo o de las colinas había huido.
Derribaron una de las 6 paredes que nos circundaban. Yo los seguí, a través de una suerte de jardín abandonado, y casi sin darme cuenta me encontré, unos instantes después, subiendo por un declive que anticipaba la oblicuidad de las laderas hacia las cuales nos dirigíamos. Porque estábamos en la región en la que predominaban las colinas, pisando los primeros tramos de estas elevaciones, sin saber hacia dónde corríamos. La hierba a nuestro alrededor no sólo estaba reseca, sino que parecía haber sido quemada por alguno de esos rayos que vimos recorrer el cuerpo de Vogher. Más adelante, mientras subíamos por ese terreno bastante árido, también encontramos algunas piedras manchadas con esa negrura que suelen dejar en las cosas las descargas eléctricas.
Caminamos durante un par de horas, hasta que Ellen les ordenó a los soldados que se detengan. No valía la pena seguir avanzando ciegamente. Uno de los soldados, llamado Richard, dijo:
-Miren allá, esos árboles. Otro sismo.
En efecto, había un grupo de árboles, bastante alejados de nosotros, que se movían salvajemente. Sus copas chocaban entre sí, iban de un lado al otro, como péndulos enloquecidos.
-Eso es algo más que un sismo-dijo Ellen-. Es una de las tantas consecuencias que estamos tratando de evitar. Debemos apurarnos, esto empeorará cada día más.
Algunos soldados estaban extenuados. Se habían recostado en el suelo y miraban hacia el cielo con desánimo y temor. Los ojos de uno de ellos estaban empezando a adquirir ese aspecto que habían mostrado los ojos de Quenan. Esferas de vidrio sin vida, esferas despojadas de su vitalidad, de su poder. Meros envoltorios trasparentes, porque la fuerza que las habitaba las abandonó, se fusionó con otro ser, eligió un nuevo vehículo para descargar su descomunal energía.
Podía ser, podía haber ocurrido algo semejante. Tal vez la esfera que buscábamos ya era sólo un objeto vacío, inútil.
-¿Hacia dónde vamos?-preguntó uno de los soldados que todavía se mantenía en pie.
Ellen no respondió. Nadie respondió. La noche empezó a avanzar en ese cielo que todos observábamos con una profunda incertidumbre. A lo lejos, en la oscuridad creciente, se destacaba una luz, una claridad azulada, inalterable, que se negaba a desaparecer en las tinieblas.
-¿Qué será eso?-preguntó Richard.
-No importa-dijo Ellen-. Volvamos al templo. Tenemos que planificar una estrategia mejor que la de andar perdidos en las colinas sin saber qué hacer. Quizá Vogher quiera regresar a su hogar.
-¿Por qué lo haría?-pregunté-. Un ser que dispone de ese poder puede andar por cualquier región del planeta. ¿Por qué regresaría al templo?
-Estuvo años, décadas viviendo allí-dijo Ellen-. Jamás lo han visto en otro lugar. Debe haber una razón por la que no quería abandonar ese refugio. En cuanto a su poder, ya lo sabemos. No es suyo. Tarde o temprano lo abandonará.
-¿Por qué no intenta comunicarse otra vez con la esfera?-preguntó Richard.
-Está demasiado lejos ahora-respondió Ellen-. Se necesita de una cierta distancia para ello. Claro que, llamarla "esfera", es una convención. Se ha diseminado en ese cuerpo, y quién sabe qué forma ha adquirido. Pero podemos estar seguros de que aún existe, de que mantiene intacta su consciencia y su poder. Abandonó su cuerpo para encarnar en otro. Cuando la liberemos de éste, tendremos que ofrecerle un nuevo lugar donde alojarse. Tal vez su primer hogar aún existe, tal vez Vogher lo escondió en algún lugar, o tal vez lo destruyó, lo cual sería grave ya que para interactuar con las otras esferas sería conveniente que esa fuerza también tenga esa forma. Por eso, cuando me comuniqué con ella en el templo, no pude recomendarle que salga de ese cuerpo inmediatamente. Todavía no. Debemos alojarla en otro objeto que al menos sea similar a su receptáculo original.
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El devorador de planetas y otras historias
Science FictionHistorias breves de ciencia ficción (Algunas historias están relacionadas entre sí, en forma secuencial o a través de Spin-offs, y forman un único relato, y otras no tienen ninguna conexión con esta trama general)