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Los caminos se alargaban y se hundían en la oscuridad. Ahora recordaba claramente esa zona de la ciudad en la que las calles se estiraban hacia el silencio y las sombras. Un lugar muy parecido al lugar en el que se encontraba ahora. Sí, seguramente porque todos los lugares oscuros se parecen un poco entre sí. Todas las cosas son igualmente difusas en las tinieblas.

Pero la parte que había alcanzado a ver en esa calle también se parecía a lo que había en ese rincón que estaba siendo alumbrado, dentro de la casa, por el hombre alto, y que posiblemente fuera una tarima. Sí, algo que se parecía mucho a esa otra plataforma de madera, ese escenario misterioso que brillaba bajo la luz de la luna en esa calle tenebrosa. Aunque ni siquiera era una calle, sino una calleja o "cortada", como la solían llamar en esos barrios.

También había, en esa oscuridad, unas extrañas luces rojas que no dejaban de girar y que acaso pertenecían a las micro-naves que, según se decía, estaban explorando la tierra desde hacía algunos años, y que tal vez fueran el preludio de la invasión que se abatiría luego sobre la humanidad.

¿Dónde estaba, exactamente, aquella otra noche? No lo sabía. Sólo sabía que era un lugar, un lugar de la ciudad. De noche, era de noche. La luna brillaba porque todavía no había sido invadida por los reptilianos. Todavía existía y resplandecía hermosamente sobre ese lado del planeta tierra. Su luz caía sobre esa especie de escenario sin actores ni escenografía. Tal vez hubo algún espectáculo durante esa tarde, alguna conferencia. Un acto público, masivo. Pero no sabía, exactamente, de qué podría haberse tratado. Quizá era simplemente un mueble que alguien abandonó allí... 

El devorador de planetas y otras historiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora