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Sábado, 28 de febrero

Otra serie de días vertiginosos. No digo semana, porque la última carta la escribí el martes 24 de febrero. Las otras, anteriores, el 13 y el 6 del mismo mes.

Hogan me dijo que dejó la carta en el centro de comunicaciones de Washington. No sé quién te la habrá entregado. No importa. Lo importante es que casi seguro que la has recibido.

Te había comentado en esa carta que estábamos con Dick en la oficina de Altman, revisando sus planillas, una de sus planillas. Él no apareció por allí ese día, pero al día siguiente volvimos a la misma oficina y nos recibió con un semblante muy serio. Nos dijo que habían revisado sus cajones, y Dick no tuvo ningún inconveniente en confesarle que había sido él. Entonces Altman reaccionó, con esa misma violencia con la que suele reaccionar Meryl cuando no queremos hablar con ella acerca del cisne negro. Agarró una de las tazas de porcelana que había sobre la bandeja de plata y se la arrojó a Dick. Por suerte, Dick la eludió. Pero Altman siguió gritando, acaso convencido de que habíamos visto un documento revelador, útil para la investigación que el gobierno se propone llevar a cabo. No sabía, todavía, que su informe no reunía las características que se precisan para esa investigación. En definitiva, no servía, y él, en su demencia o arrogancia, no se daba cuenta de eso, como Meryl tampoco se había dado cuenta de que estaba estrangulando a esa ave que tuvimos que enterrar en el jardín. Pobre Meryl, cada vez que preguntaba por su pequeño cisne negro se me estrujaba el corazón. ¿Era un cisne o un pato? Bueno, nosotros lo considerábamos un cisne, tal vez porque lo apreciábamos, o porque Meryl lo apreciaba tanto.

Otra vez estoy mezclando los temas. Perdóname. Sucede que esa clase de demencia, de ceguera intelectual, que caracteriza a Meryl, la he notado también, en menor medida, por supuesto, en este suboficial. Nos gritaba que no volviéramos a entrar en esa oficina, que allí guardaba documentos ultra-secretos, planillas que contenían una información que no podía darse a conocer a cualquiera. Y bueno, si bien es cierto que se mencionaba en sus apuntes la detección de una señal, los otros datos allí incluidos en largos y tediosos párrafos, según Dick, no agregaban nada importante a esta información, y todos sabíamos, de una u otra forma, que había existido esa señal. Lo importante era averiguar si Joan la había percibido, y si pudo saltar del barco antes de que el proyectil lo hundiera.

-No hemos visto nada que pueda importarnos-dijo Dick, malhumorado.

Altman se tranquilizó, pero aquella reacción ya nos había mostrado la naturaleza de su alma. No le dijimos nada más. También el médico nos recomendó que no le dijéramos a Meryl lo que había hecho y que, si insistía demasiado, simplemente le digamos que su mascota se fue, que regresó a su hogar, a su lejano país, y que ya no volveremos a verla. ¿Lo recuerdas? Yo siempre pienso en ese consejo, siempre lo tengo en la mente, para no cometer un error. Espero que tú también lo recuerdes.

Meryl no puede entender el asesinato que cometió. Altman tampoco entendía la insustancialidad de sus observaciones. ¿Para qué hacérselo saber? Podría reaccionar con mayor furia. Recuerda que el médico nos dijo eso, que correríamos el riesgo de desatar una crisis en Meryl si le describiésemos lo que hizo.

Y las pastillas, cierto. Eso ya debes saberlo, pero necesito recordártelo. Dos pasillas por día, una a la mañana y otra a la noche. El frasco está en el mismo lugar de siempre, el primer cajón de la mesada. Sería bueno que te comunicaras con la enfermera para recordárselo. Porque a veces las enfermeras se turnan. ¿Hace mucho que no visitas a Meryl? Deberías averiguar eso. Perdóname que insista con esto, pero si aquí todo sigue así creo que mi regreso a los Estados Unidos se demorará algunos meses más. Nos hemos distanciado de Altman. Hay ahora una tensión entre nosotros, y no hemos vuelto a su oficina. Tampoco hemos hablado con Darien. Todo está así ahora, aquí. No podemos organizarnos en estas circunstancias. Sinceramente, no sé qué va a suceder.

Te mantendré al tanto de cualquier novedad. No olvides tomar nota de las fechas: 28, 24, 13, y 6 de febrero, así sabrás qué carta no te ha llegado. Hogan volverá a pasar por aquí en diez días. Espero tener buenas noticias para entonces. Pero, lamentablemente, por ahora nada ha cambiado. Todo sigue siendo complicado y turbio. Como si las alas de un cisne negro se abrieran sobre nosotros, tapando el sol, vagamos bajo un cielo nublado y sin un horizonte claro, sin tener la menor idea de lo que sucederá al día siguiente. Por suerte, no hemos caído en la desesperación, y vamos sobrellevando con cierta lucidez este período incomprensible de nuestras vidas. Confío en que pronto veremos otra vez la luz. 

El devorador de planetas y otras historiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora