El hotel le recordaba a esa casa desvencijada en la cual se había refugiado la criatura verde.Incluso había una escalera muy semejante a la escalera en la que Billy trataba de mantener el equilibrio aquella noche ( ¿o aquella tarde, o mañana?), cuando se aventuró, junto al hombre alto, a explorar la residencia.
Le sorprendió que los representantes de la embajada los hayan conducido a un lugar tan ruinoso.
Quizá no eran importantes para ellos. Los trataron como a un grupo de emigrantes o sobrevivientes de un naufragio. Si bien, en cierta forma, lo eran, también pertenecían a la agencia de investigación criminal más famosa del mundo.
Esas amarillentas y sucias paredes de hotel los hospedaron durante tres semanas. Nunca anocheció ni amaneció. Ni siquiera cambió ligeramente el color del cielo durante estos días. Era difícil calcular el tiempo: sólo podían hacerlo contando las vueltas completas de la aguja menor en el reloj.
Pero el tiempo no les interesaba. Lo que más les importaba era el proyecto que fue ejecutado en Rusia: un motor gigantesco, con una serie de comandos a través de los cuales era posible dirigir la rotación y la traslación del planeta Tierra. También hablaron, alguna vez, con aquellos hombres de la embajada, del clima, que también podía controlarse, o al menos era posible aplacar con este mismo método las consecuencias de su diversificación extrema. Pero nadie lograba explicarse la aparición de los reptilianos, ni desde qué remota época futura llegaron a través de alguno de los pasajes que la máquina de Bauer estaba abriendo.
Esto los tranquilizó. Rusia había previsto esta catástrofe. Sólo había que esperar a que sus ingenieros pongan en práctica esa asombrosa tecnología.
Mientras tanto, los trasladaron a Alemania para alojarlos en una vivienda rentada por el gobierno de los Estados Unidos.
No podían hacer nada más. Sólo esperar a que las cosas, gradualmente, se vayan solucionando.
- Como animales - dijo de pronto el hombre alto, dentro de uno de los vagones de aquel tren - . Nos meten en un barco, nos hacinan en un hotel de mala muerte. Ahora nos envían en tren a Alemania. El gobierno, eso somos para el gobierno, animales. ¿Ha notado usted que nadie se sorprendió de la duración indefinida de la noche? Dos semanas estuvo Nueva York en absoluta oscuridad, sin luna, sin señales de un amanecer. ¿Sabe qué información hizo circular el gobierno en los medios? Que una nube tóxica cubría el cielo, y que se mantendría allí durante varios días porque había erupcionado un volcán en Canadá. Y la gente lo aceptó sin cuestionar nada.Está bien, el argumento es creíble, ¿pero nadie se preguntó por qué eran visibles las estrellas? Porque las estrellas se veían.¿Y nadie se enteró de la destrucción de la luna? ¿Nadie lo advirtió, nadie estaba mirando el cielo en ese momento?
Billy se quedó pensativo, pero no dijo nada. El tren estaba cruzando una zona boscosa en la que se podía descubrir, cada varios kilómetros, algunas viviendas. Ya estaban en Alemania, seguramente, porque ese tipo de vegetación era propio de ese país.
- Sabe - continuó diciendo el hombre alto con indignación-, aunque pudiera hacerlo, no volvería a Nueva York .Aunque la Tierra vuelva a girar con normalidad, y vuelva a amanecer en los Estados Unidos, no regresaré a esa tierra. Me quedaré aquí. Puede volver usted, cuando quiera, si quiere hacerlo... Nos mienten por todos lados. Qué casualidad que Rusia tenga, de pronto, la "solución" para nuestro problema. ¿Nadie advierte el complot entre ellos y los reptilianos? Esto estaba previsto. Los rusos sabían lo que iba a ocurrir. El rayo fue disparado desde Siberia. Allí se habían escondido los reptilianos. Y lo peor es que tal vez nuestro propio país también lo sabía. No, no volveré a Nueva York.
Billy no dijo nada. No tenía ganas de hablar. Los primeros edificios de Berlín comenzaban a elevarse a lo lejos, mientras el tren abandonaba los bosques y atravesaba una especie de páramo, adecuado prólogo para los territorios de cemento en los cuales se internaría inmediatamente.
Media hora después, se detuvo, lentamente, en la Estación de Berlín.
- Llegamos -dijo, innecesariamente, el hombre alto.
Descendieron. El hombre alto le comentó a Billy que tenía un pariente, o conocido, en esa ciudad, y que podía prescindir del servicio de alojamiento gubernamental. Billy, en cambio, se dirigió en taxi hacia la residencia que el gobierno les había ofrecido. Se separaron, y nunca más volvieron a verse. Dos años después, la capacidad de Rusia de controlar la rotación y la traslación de la Tierra convirtió a esta nación en la máxima potencia del planeta y, prácticamente, también en la dueña absoluta del sistema solar.
(Texto anónimo, hallado junto a los informes firmados por Marco H. Ford)
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El devorador de planetas y otras historias
Ciencia FicciónHistorias breves de ciencia ficción (Algunas historias están relacionadas entre sí, en forma secuencial o a través de Spin-offs, y forman un único relato, y otras no tienen ninguna conexión con esta trama general)