|| Cap 12 ||

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POV Artemisa

Mientras mi madre organizaba la fiesta de compromiso, mi padre me llevó unos días con mi clan. Todos los Hellhound estaban reunidos. No los había visto en tanto tiempo que casi se sentían como extraños.

Nos congregamos en la taberna de mi hermana, que había cerrado por un día para que solo los miembros del clan pudiesen entrar. Ver a mis primos, tíos y abuelos fue reconfortante. Todos me hicieron preguntas sobre la guerra: cómo fue matar tantos ángeles, si conseguí más logros para el clan y más.

Todos me escuchaban con atención y eran muy amables conmigo. Odiaba pensar que mi madre me alejó de ellos, pero este momento me permitió reconectar con todos.

—Dime, Misa, ¿ya conoces a tu futuro esposo? —pregunta mi abuela Margaret.

Ella es la matriarca del clan. Gracias a ella y sus hermanas, la sangre Hellhound ha perdido un poco de su pureza canina, ya que ellas son tigres, dientes de sable híbridas con diferentes tipos de felinos. Por lo que mi matrimonio con una especie mixta con canino podría devolver la sangre original al clan.

—No, abuela, aún no. Solo sé de él por lo que me han contado. Si lo he visto alguna vez, tal vez ni siquiera lo reconozca.

—Seguro es tan feo que tu mente prefiere olvidar esa cara de bestia, ¡ja, ja, ja! —dice mi tía Elisa, riendo como una hiena.

Mi padre sigue la risa, pero la interrumpe —No, cómo crees, hermanita. Ni aunque mi alma estuviera en juego, casaría a mi hija con un tipo feo. Mis nietos deben ser bellos como ella.

—Ja, sí, como zarigüeya —dice mi tía abuela Amalia.

Sabía que, entre los Hellhound, yo era la de apariencia más demoniaca. Los demás podían hacerse pasar por bestias fácilmente, lo que hacía su labor de cazadores y guardianes de la entrada al infierno más sencilla que para mí, pues podían engañar a los intrusos haciéndoles creer que no son demonios y que los ferox no huyan tan fácilmente de ellos al ser vistos. Pero esas palabras no era para menos: descendemos de Cerbero, un perro de tres cabezas. Cuanto más raro seas, mejor valorado estás, aunque a veces recalcar tu apariencia exótica se sienta como un insulto. Pero no me ofendía; sabía que nunca dirían nada para lastimarme, no como los kitsune.

—Ja ja, sí, tía. Bueno, confío en mis padres, y este matrimonio traerá mucho dinero y felicidad a la familia, así que hacer un sacrificio o dos no es malo, es necesario.

—¿Qué clase de sacrificio? ¡Yo solo veo ventajas para ti! —dice Elisa.

Mi hermana llega con su marido, llevando charolas con diferentes bebidas alcohólicas, pero para mí tienen jugo de frutas, pues odio el alcohol. Tomo mi bebida y, después de pensar por unos segundos, respondo a mi tía.

—Bueno, yo no quería casarme tan joven, y tampoco quería tener hijos... por lo que, aunque no lo parezca, esto es un sacrificio para mí. Me duele traicionarme a mí misma, pero el deber es el deber...

Muchos guardan silencio, mirando a mi padre. En esta familia no hay secretos; todos saben por qué me casaré con Grim, y no pueden evitar juzgar a mi padre con la mirada, pues esto jamás había pasado en la familia. Intenta decir algo, pero es interrumpido por mi abuelo Renn, el patriarca.

—Bueno, hijita, las cosas no siempre salen como uno quiere. Considero que la vida ya te ha dado muchas cosas buenas, y ahora, se las cobra con esto. Sin embargo, recuerda, siempre podría estar peor. —Me hace un gesto para que mire a mi hermana—. Si sabes fingir que las cosas malas que te pasan no son tan malas como realmente son, tal vez serás feliz. Solo haz oídos sordos y sé feliz. ¿Por qué crees que me casé con tu abuela aunque me dijeron que los perros y gatos no se juntan? ¡Ja ja ja! Ahora pago por eso.

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