|| Cap 17 ||

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Los acontecimientos de aquella noche marcaron el fin devastador de mi relación con la familia Kitsune.

La decisión de expulsarme del clan no solo rompió cualquier vínculo afectivo, sino que selló un destino irreversible para nuestra conexión, dejándola reducida a una mera herencia de sangre. Ya no pertenecía a ellos de la manera que alguna vez lo hice. La sensación de pertenencia, antes tan fuerte, se desvaneció, dejando tras de sí solo un lazo biológico, frágil y desprovisto de significado real.

Sin embargo, lo que ellos creyeron que sería su triunfo, terminó siendo su mayor error. Al liberarme de su control, sin saberlo, me otorgaron una independencia que ni ellos ni mis propios padres habían previsto. Ya no podían influir en mis decisiones, ni manipularme bajo la fachada de consejos bien intencionados.

Desde ese momento, mi palabra dejó de ser un simple eco en la mesa familiar. No habría más discusiones internas, ni luchas veladas para imponer su voluntad sobre la mía. Mi voz ahora resonaba en otros círculos, en esferas donde el peso de mis decisiones trascendía lo familiar, volviéndose asuntos de relevancia legal y política. Cada uno de mis movimientos empezaba a captar la atención de las más altas esferas, de la nobleza del infierno.

Una semana después de esa fatídica noche, se convocó una reunión para tratar el asunto. La importancia del encuentro se reflejaba en la lista de asistentes: Kenshin, Akane, el rey Farjam, la reina Lilith, Astaroth, Grim, Tlawa, Sanhu, Fasaty y yo misma.

La presencia de tantas figuras de poder era indicativa de lo que estaba en juego. Mi padre, tras cederme el título de líder de los Hellhounds, decidió no asistir. Su ausencia no me sorprendió. Probablemente prefería evitar más enfrentamientos con mi madre, o quizás simplemente no quería involucrarse más en este conflicto que ya había escalado a niveles peligrosos.

De cualquier modo, la reunión se conduciría como un juicio, para determinar culpables, esclarecer los detalles de lo sucedido y justificar mis acciones. Aunque en lo profundo de mi corazón algo se estremecía, sintiendo una despersonalización que me abrumaba, la realidad era que cada vez mi voz ganaba más fuerza. El poder que comenzaba a tener era innegable, y con ello, venía la inevitable sensación de vértigo.

Me resulta difícil admitirlo, pero el poder tiene algo embriagador, algo que consume lentamente, hasta que te vuelves dependiente de él. Y aunque no me enorgullezca de ello, no puedo evitar sentir cómo ese poder comienza a moldearme, a cambiarme. Y mientras más grande es mi influencia, más complejo se vuelve el camino que tengo por delante.

Nos reunimos en una mesa diferente a la de mis anteriores reuniones, esta se usaba para deliberar temas aún más serios o que requieran más presentes en la sala

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