25 - Lágrimas caer.

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El fin de semana recién comenzaba, los tres que se encontraban mirando novelas no sabían mucho acerca de qué hacer para poder pasar el tiempo, hasta que Margarita pensó en algo.

-Hoy hay una feria, ¿Quieren ir y vemos si hay algo que quieran comprar?- Preguntó, pausando la novela turca.

-Ah, bueno, ¡me parece bien!- Contestó el castaño.

Sin mucho apuro de alistaron, mientras que el pelinegro se encontraba un viendo todos los mensajes de sus "amigos" después de que anoche haya salido de su grupo. Ignoró a la mayoría, pero no pudo ignorar a otra cosa que había en su barra de notificaciones.

"4 Llamadas perdidas de Lucía"

No tenía la intención de contestar, quizá él la llame cuando vuelva de la feria, porque no tenía muchas ganas de contestar. Ya había pasado 2 semanas enteras en la casa de Luis, su madre nunca se preocupó lo suficiente como para llamarlo el primer día, pero si 14 días después.

Sin pensar mucho en eso, fue con su pareja y con Margarita hacia la feria. No fue un gran espectáculo, pero si había muchas personas comprando, y muchas cosas que comprar.

Los chicos señalaban cada cosa que sea en pares y decían "vos y yo", mientras que Margarita se la pasaba viendo y queriendo comprar tazas. Una de las cosas que más impresionó a ambos chicos, fueron unos anillos de pareja, con la temática de Howl y Sophie, de "El castillo vagabundo".

Eran baratos, y a Margarita no le molestó comprarlos para la pareja. El pelinegro trataba de no llorar, y por más que tenga sus anteojos, era un poco obvio que se sentía sentimental por el detalle.

-Aww, Miguel, no te pongas así-. Susurró el castaño, mientras volvían con Margarita al terminar de mirar la feria.

-Nunca nadie me hizo un detalle tan precioso, si no lo hubieses visto, no estaría llorando porque pediste comprarlo, todo es tu culpa.

El más bajo sollozaba en silencio, hasta que llegaron a su casa. La pareja se probó los anillos por segunda vez, Miguel teniendo el de Sophie, y Luis el de Howl. La pareja volvió a ver la película que antes habían visto, mientras se encontraban acurrucados en el sofá.

- ¿Porque son novios? Hace que me de envidia que tengan pareja, y que sea entre ustedes.

-Conseguí a un viejito millonario para que nos mantenga, problema resuelto.- Contestó el castaño, sarcásticamente.

-Primero tengo que convertirme en una mujerzuela salvaje.

La película terminó, y el pelinegro se había decidido en llamar a su madre, y averigüar como estaba ella y qué podía hacer. Si ya podía regresar a casa, o no parecía aún lo correcto.

- ¿Hola? ¿Quien habla?

-Hola mamá.

- ¡Miguel! Mi niño, ¿Por qué no regresas a casa? Estoy preocupada, quiero estar contigo...

- No estás preocupada, me llamaste 2 semanas después.

- Uh.. si, bueno, pero estuve muy ocupada. Vos sabés que te quiero mucho, bebé, te extraño, no quiero que estés lejos de mí, ¡Sos muy joven! Me recordas a mí... Tenía exactamente tu edad.

- Yo nunca voy a parecerme a vos, mamá. No voy a arruinar mi vida por un hombre.

- Cállate, mocoso, no hables así con tu madre. Pero porfavor, vuelve...

- ¿Ese tipo se fue?

- ...

Y cortó. No tenía ninguna intención de volver si ese tipo seguía en su casa, no quería a pasar por esa situación por una cuarta persona más, y menos que sea un amante de su madre. Se sentía asqueado cada vez que pensaba en eso, y no podía evitar sentir esas náuseas cuando recordaba cada momento, con cada persona.

Apenas terminó la llamada, fue con su pareja y lo abrazó con fuerza. El castaño se sorprendió, pero acarició su cabello delicadamente.

- ¿Todo bien, papu?

-Si... Supongo. Me seguiré quedando aquí.

-Oh.. bueno, no te preocupes.- Le dió un beso en su frente.- Estoy acá para vos.

Las lágrimas del pelinegro no tardaron en salir, mojando el hombro de su chico, que poco le importaba eso porque solo estaba concentrado en la comodidad de su pareja.

-Nunca me hagas daño, por favor.

-Nunca te haré daño... Lo prometo.

Un cálido abrazo hizo que el aire se vuelva ligero. Las manos que entrelazaban el cabello del más bajo acariciaban su nuca. El pelinegro rodeaba con sus brazos al torso del castaño, con fuerza, aferrándose a la idea de sentirse verdaderamente amado por primera vez.

El abrazo duró como si de años se tratasen. Fue suave, pero pesaba su valor, pesaba su significado. El castaño estaba cómodo aunque la posición no lo fuese, el pelinegro se sentía cómodo aunque sus lágrimas no lo estén expresando bien.

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¿Estarás cerca de mí? [Papulince x Panafresco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora