7 - Salvaste mi pesadilla

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– ¡Sos un egoísta, Miguel! ¿¡No sabes por lo que tuve que pasar!? ¿No sabes lo que tengo que sopor–

"Tirin, tirin, tirin"

Miguel se despertó sin que saliera el sol aún, extrañamente no por su alarma, si no por la de su compañero que se encontraba más abajo, quien se encontraba aún dormido, sentándose y subiendo a la cama que, prácticamente, era suya

–Ay, lo siento papu, olvidé apagar la alarma...

El pelinegro apenas consciente de sí mismo y de dónde estaba, vió como Luis acercaba su mano por debajo de la almohada en la que se acostaba, sacando su celular y apagando la ruidosa alarma que se encontraba allí.

Apenas el castaño apagó la alarma, se quedó dormido en el lado contrario de su amigo. Miguel no lo detuvo, ya que apenas estaba despierto, pero al momento de caer en cuenta la cercanía con la que se encontraban no pudo evitar tener náuseas, u otra cosa que se pueda relacionar a ellas.

–No te duermas, tarado, ya me despertaste con la alarma, voy a hacer que te despiertes también.– Murmuró el más bajo, empujando al castaño para que vuelva a su cama, haciendo que se queje.

Logrando así que se despertara a causa del impacto, ambos se levantaron. Mientras Luis estaba en el baño de su habitación, el otro se encontraba en el baño del pasillo.

–Buen día, mami– Exclamó Luis cuando se encontró con su madre, abrazándola.– ¿Necesitas ayuda con algo?

–No, estoy bien, pero gracias.

El pelinegro veía la sencilla y corta escena, con un poco de envidia. Le gustaría tener el mismo respeto que su amigo le demostraba por su madre, si, pero de algún modo también llegaba a sentir admiración. Le agradaba ver a alguien cerca, que no sea igual que él, a alguien que pueda ver y saber que no son las mismas personas, y que eso está más que bien.

Ambos desayunaron mientras Margarita iba camino a trabajar, haciendo haya un silencio incómodo entre ellos como si no estuviera la televisión encendida mostrando las poco interesantes noticias.

– ¿Entonces... dormiste bien en mi cama al final?– Preguntó el castaño medio atontado.

–Es inclusive mejor que mi cama.

Ambos se miraron, sin decir ninguna palabra, mientras Luis seguía comiendo de más y el otro que apenas podía comer lo observaba con atención, esperando que él comience la charla.

– ¿No vas a comer, papu?– Preguntó preocupado mientras tomaba su café.

–No tengo hambre.– Mintió, retrocediendo en su silla.

–Nunca tenés hambre, o ¿es que no querés comer aunque tengas hambre?– Sus palabras sonaron manipuladoras, por más que no haya sido su intención ni su forma de hablar.

–... No es eso.– Intentó fingir, sabiendo que hasta ahora no solo sus ojos mostraban su nerviosismo, si no también todo su lenguaje corporal.

Después de un contacto visual entre ambos, en dónde el más alto parecía juzgarlo, finalmente cedió y comenzó a comer con vergüenza, sintiéndose algo... Humillado.

– Y ahora... ¿Te gustaría quedarte a jugar videojuegos o algo así?– Le preguntó Luis, a penas terminaron de comer, llevando los platos para lavarlos.

–Eh, creo que sería mejor que vaya a casa, mi madre debe estar furiosa.– Dijo, viendo como su amigo hacia la absurda tarea de lavar los platos mientras hablaban.

–Oh, si, bueno. Es mejor así, te gustaría que te acom–.

–No.– Se apresuró por contestar.

Terminando de lavar los platos, lo acompañó hasta la puerta, sin decir ninguna palabra hasta que Miguel haya salido de su casa dando un par de pasos.

– ¡Nos vemos!– Exclamó el castaño, con cierta emoción de antes.

–Nos vemos, grasoso.–

Luis se quedó parado en el marco de la puerta, sin poder dejar de pensar en todo. Se sentía extraño, como si su amistad fuese demasiado... Natural. A los 6 días de conocerse ya había dormido en su cama y desayunado en su casa, y no había ocurrido nada malo, no parecía que haya algo incorrecto en su amistad, nada que arreglar.

Apenas entró a su casa, volvió a su habitación a guardar el colchón en dónde durmió él. Y cuando iba a ordenar su cama, algo insignificante lo detuvo: quiso acostarse en su mismo lugar, en donde había dormido su amigo hace unas horas. Apenas se acostó, se dió cuenta que la silueta de Miguel había quedado impregnada en su cama.

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¿Estarás cerca de mí? [Papulince x Panafresco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora