Capítulo 22

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Aparté las hojas secas de su sepultura, quitando de paso la mala hierba, arrancándola desde su raíz

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Aparté las hojas secas de su sepultura, quitando de paso la mala hierba, arrancándola desde su raíz. Me tomé un tiempo en limpiarla antes de sentarme cerca de ella, dejando el ramo de flores de especies y colores variados junto a la lápida de piedra. 

Mientras me tomaba el tiempo en encontrar las palabras para decir, traté de evitar que los recuerdos tristes invadieran mis pensamientos, en cambio, intenté invocar aquellos detalles de Yeonsuk que aún seguían vigentes en mi memoria: su sonrisa cálida, su voz, su rostro. Junto a esos vinieron acompañados sus cualidades que tanto lo caracterizaban: su risa, su humor sarcástico, su impaciencia, su mal hablar y su extraña forma de usar figuras bíblicas como insulto. 

Inevitablemente, me vi sonriendo ante aquellos detalles. Yeonsuk Park, un humano extraordinario que marcó más vidas de las que él pudo reconocer. Aquella alma preciosa cuyas heridas solo la hacían especial de las demás. 

Mierda, no importaba cuanto tiempo pasara, aún lo extrañaba como si se hubiera marchado días atrás, su ausencia seguía siendo un infierno en el que me había costado aceptar que debía vivir por lo que me quedaba de vida y el hecho de no hacerlo y prolongar lo inevitable no hizo que mi dolor cesara. 

Un dolor que me negué a soltar por más daño que hacía. 

Al menos eso era lo que había estado pensando en las últimas semanas, o quizás era algo que por más que intentara no reflexionar seguían siendo ideas que de forma constante aparecían en mis pensamientos. Y después de considerar lo que no hice en treinta y seis años, lo hice en pocos días. 

Enfrentarme a lo inevitable: a superar. 

—Hola, Alma hermosa. Soy yo... —Por un momento desconocí mi propia voz, sonaba enronquecida, casi como si hubiera trascurrido una eternidad sin haber articulado una palabra—. Ha pasado mucho tiempo desde que te visité, debo admitirlo. Estoy teniendo una vida decente como te lo prometí, aún no uso el dinero que me dejaste y tampoco he hecho música como me pediste hacerlo. Lo siento por eso. 

La brisa desordenó mi cabello, el olor a rocío y a césped recién podado me trajo una paz que no supe entender, mientras pasaba mis dedos por la lápida le hice un resumen de lo que había pasado desde la última vez que lo había visitado, conté anécdotas de los chicos y mencioné la misión reciente para el final, le comenté la problemática a la que estaba enfrentando, pero sobre todo, le comenté de él, el profesor Seong. 

Aunque me sentí culpable en algún punto por haber hecho lo que hice, pensando que era él en su lugar, una parte de mí no se sintió del todo mal por haberlo hecho. Después de todo, estaba avanzando, de una manera retorcida, pero lo hacía. 

—Seguramente te estarás preguntando el porqué estoy aquí contándote todo esto. He estado pensando lo que me dijiste una vez y lo que Hal me ha aconsejado durante tantos años, aunque parezca mentira, he decidido finalmente dar el paso... —Una sonrisa débil se dibujó en mi rostro—. Voy a dejarte ir. Dejaré el pasado y todo lo que me ata a ti. Una vez que salga de este lugar voy a deshacerme de aquello que me vincula a la vida humana que tuve a tu lado y pasaré página, seré feliz, no hoy, ni mucho menos mañana, pero estoy seguro de que lo seré algún día. 

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