Capítulo 33

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—¿Qué te dijeron al respecto tus superiores? —Su cara se arrugó ante la pregunta—

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—¿Qué te dijeron al respecto tus superiores? —Su cara se arrugó ante la pregunta—. Te lastimaron, ¿no es así?

—Un poco. —Apreté la mandíbula—. Pero ya están muertos. Los mataste aquel día.

—Habría hecho de sus muertes más dolorosas si hubiera sabido eso. —Yeonsuk soltó una risa.

—¿Habrías hecho eso? ¿Aun cuando te use de señuelo?

—«Aún» cuando hiciste, me habría vengado en tu nombre.

—Si había una posibilidad de que no fuera Yeonsuk. ¿Seguirías pensando igual?

—Así es. —Me dedicó una larga mirada; sus ojos analizaron mi expresión por largos segundos antes de asentir—. Maté a muchos de los tuyos. Es algo que no deberías perdonar fácilmente.

—¿Crees que mis manos están limpias? ¿Cuántos de mi especie consideras que han muerto por mí a lo largo de mi vida? —Sus labios se entreabrieron, pero en vez de protestar en contra, frunció el ceño.

—¿Todavía... no logras controlarlo? —Asentí con una débil sonrisa.

—Encontré la forma de equilibrar mis dos genéticas. —Una sonrisa triste se dibujó en su rostro—. Pero a un alto costo.

—Lo sé, Soo, lo sé.

—Todos tenemos nuestras manos manchadas de un historial eterno a causa de los errores que hemos cometido en el pasado. —Hice una pausa para tomar su mano y acaricié sus nudillos para admirar estos. La forma alargada de sus dedos y sus uñas rectangulares eran algo que siempre me gustó, y el hecho de que hubiera reencarnado con las mismas que recordaba dejó una sensación cálida en mi pecho—. Lo que hayas hecho en esta vida determinó lo que eres ahora. Buenas o malas decisiones te llevó aquí, conmigo. Y desearía que dejaras de culparte como si la extinción de mi especie estuviera a punto de suceder a consta de tus errores.

Soltó un pesado suspiro en respuesta. Sus ojos fueron al cementerio; los míos lo siguieron también a aquel lugar, donde mi sonrisa se ensanchó.

—¿Quieres rememorar viejos recuerdos? —Este asintió, entrelazando su mano con la mía.

Nos adentramos por el camino y finalmente fuimos rodeados por estatuas humanas con expresiones de lamento. El musgo y la vegetación habían crecido desde la última vez que la persona encargada hizo su trabajo, por lo que lucía algo descuidado. Había más ejemplares expuestos, en especial, al otro lado donde se encontraba la gran "bestia", aquella estatua imponente en mi nombre que Yeonsuk no tardó en reconocer.

Se detuvo frente a ella viendo cómo el musgo ya había habitado algunas de sus grietas. El rostro apenas era reconocible debido a su deterioro y sus largos años ante la exposición de los cambios de estaciones, aun así, continuaba luciendo imponente encima de aquella piedra bajo suyo.

EN DISTINTA PÁGINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora