Capítulo 10

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El atardecer pintaba colores anaranjados y rosados en el cielo, dándole ese aire a que un artista talentoso lo había hecho, en especial, para ser admirado por la humanidad presente

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El atardecer pintaba colores anaranjados y rosados en el cielo, dándole ese aire a que un artista talentoso lo había hecho, en especial, para ser admirado por la humanidad presente. Bajé el vidrio de la ventanilla y permití disfrutar del viento que no tardó en acariciarme la cara, y por un instante, me imaginé atravesando los cielos usando las alas que alguna vez utilicé en el pasado solo con el propósito de pasar el rato. 

Hace muchos años para ser específico. 

—Está precioso, ¿no crees? —Volví mi vista a mi acompañante para asentir con la cabeza en forma de respuesta—. En mi infancia solía sentarme en mi patio trasero con una caja llena de crayones y un cuaderno solo para pintar el atardecer, mamá decía que era un gran artista, que sería tan grande como Vang Gong, ¿puedes considerarlo? 

Ese dato me hizo sonreír, el hecho de que tuviera recuerdos como esos de su infancia instalaba una calidez en mi pecho, hacía que mi luto no se sintiera en vano, incluso, se sintió llevadero en ese momento. ¿Quién iba a pensar que lograría encontrarme a ese hombre hermoso en su nueva vida en dado caso que fuera él? 

—¿Qué más solías hacer cuando eras niño? —quise saber, me miró de reojo antes de que una sonrisa se dibujara en su rostro. 

—¿Quieres saberlo? ¿A qué se debe tu interés por mi infancia?, ¿eso hace parte de la evaluación? —contraatacó. 

Negué con la cabeza en respuesta. 

—No. Así como me secuestraste para llevarme a un café, tengo todo el derecho de saber sobre ti. 

—¿Ahora esto es un secuestro? Te recuerdo que subiste a mi auto por tu voluntad propia —se burló. 

Tenía razón.

—Oh vamos, cuéntame. —Después de unos largos segundos que se consideraron minutos, aceptó. 

—Tuve una infancia normal, diría yo. Me compraban pasteles de cumpleaños y solía ir al parque de diversiones con mis padres en el tiempo que estos tenían días libres, siempre fui un estudiante ejemplar, por lo que ellos pueden admitir que están orgullosos del hijo que criaron. Tengo algunos amigos desde preparatoria que suelo visitar de vez en cuando, y vivo una vida común y corriente, todo es muy tranquilo, ¿ves?, Nada novedoso. —Hizo una pausa ladeando la cabeza—. Ah, no, aguarda. Creo que recordé algo. Estoy seguro de que te dará gracia. 

—Soy todo oídos —respondí sonriendo viendo como este ya empezaba a reírse. 

—Mi madre es un tanto peculiar, tenía imaginación de sobra en cuanto se trataba de realizar algo memorable, en Halloween, siempre hallaba la manera de poner su toque en mis disfraces, cuando era pequeño me disfrazó de Santa Claus, ¿quieres adivinar qué hizo? —Me miró con sus ojos brillando—. Pegó algodón sobre cejas con un pegamento fuerte para que estas se vieran más al del personaje. A la hora de pedir dulces esa zona me empezó a escocer mucho y mi madre al ver mi desesperación por quitármelas los arrancó sin siquiera avisarme, ¡Quedé sin cejas! 

EN DISTINTA PÁGINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora