Capítulo 28

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Tuve al par de seres celestiales examinándome para las siguientes horas mientras hacían toda clase de preguntas referentes a mi especie, actos que solo motivaron a Razel en quejarse y regañar al par, quienes hicieron caso omiso a sus palabras

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Tuve al par de seres celestiales examinándome para las siguientes horas mientras hacían toda clase de preguntas referentes a mi especie, actos que solo motivaron a Razel en quejarse y regañar al par, quienes hicieron caso omiso a sus palabras. La mujer abrió mis párpados con los dedos, examinando mis ojos de cerca. El Dominante volvió a maldecir, por el rabillo del ojo noté que tiraba de su pelo con cierto nerviosismo haciendo un desastre aquella maraña de cabello. Casi juré de que, para ese punto, estaba arrepentido de haber llamado a sus padres a mi casa.

—¿Es verdad que los Tepbrilims se alimentan de su propia especie? —interrogó esta.

Me quedé muy quieto.

—Madre. Por el amor de Dios, dijiste que ibas a controlarte —se quejó el castaño a su costado.

—Sí. Es verdad —respondí.

—¿Por qué hacen eso? —insistió esta.

—No sabría decirlo con exactitud, es una necesidad primitiva en la que se vuelve una adición cuando la pruebas la primera vez. Por alguna razón, la sangre y la carne de los Tepbrilim aumenta nuestras capacidades, agudiza nuestros sentidos y nos hace más fuertes. Casi como si se tratara de una clase de elixir, sin embargo. Si es consumida por ángeles o demonios, los mata por envenenamiento. Al parecer, nuestro cuerpo cuenta con ciertas sustancias que logran erradicar ese supuesto veneno. —Hice una pausa—. Creo que lo más cercano que podría acercarse a mi testimonio sería preguntarle a un caníbal el porqué consume carne humana.

—¿Aún la consumes? —interrogó esta vez su padre.

—He trabajado con Hal para controlar mis instintos. Hemos tratado de equilibrar el contraste de los genes de mis progenitores. Es una tarea difícil, pero no imposible. —Estos asintieron, como si estuvieran confirmando algo de lo que ya eran conscientes—. Me costó casi ciento cuarenta años dominar los genes de mi madre y tuve que forjar los de mi padre en conjunto.

—¿Cómo hacías eso? —Aparté la mirada, apenado—. Oh. Comprendo.

—No lo he hecho hace mucho, es una práctica que hice más que todo por supervivencia.

—¿Te los comías completos? —Negué con la cabeza.

—Solo las zonas en las que se pudiera extraer información del cuerpo. Una vez que el veneno que deja la mordida se esparce, el cadáver se desintegra —expliqué.

Volví mi vista al Dominante, quien yacía observándome de una manera extraña; con una mezcla de intriga y compresión, expresión que alteró toda la química en mi cuerpo.

—¡Oh, mira, cariño! Sus ojos están cambiando —aludió la mujer con cruda emoción.

Aparté la mirada de este, sintiendo mis orejas calentarse, llevándome consigo la imagen de Razel sonriendo con amplitud ante ese hecho, seguramente dándose cuenta de que él era el causante del cambio del color de mis ojos.

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